Falleció Jorge Enrique Adoum
Currículum Mortis de un extranjero
El pasado viernes 3 de julio, el poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum falleció a los ochenta y tres años; nacido en Ambato, fue el último gran poeta de Ecuador, al lado de otros que ya partieron como Jorge Carrera, Gonzalo Escudero, Alfredo Gangotena y Cesar Dávila. “Ecuador Amargo” fue su primer libro publicado, que estuvo bajo el influjo del poeta chileno Pablo Neruda.
Para los críticos más serios fue el poeta vivo más importante del Ecuador, y aun para Pablo Neruda era el mejor poeta latinoamericano –Adoum llegó a ser su secretario personal por espacio de dos años–; y si nos dejamos llevar por esas muestras de generosidad hacia Jorge Enrique Adoum diríamos que estamos ante un poeta imprescindible para conocer la evolución poética ecuatoriana del siglo XX.
En total, Jorge Enrique Adoum, publicó más de una treintena de libros, entre ellos destaca sus trabajos poéticos como “Ecuador amargo” (1949), “Carta para Alejandra” (1952), “Yo me fui con tu nombre por la tierra” (1964) y su monumental “Cuadernos de la tierra” (1952 – 1961) que comprende cuatros volúmenes, en un intento de realizar una poesía épica en una sociedad “que no tiene nada de heroica” diría en una entrevista.
La poesía de Adoum, no hace más que explicarse sobre un proyecto de acercamiento a la propias entrañas de sus frustraciones y aspiraciones; si el peruano Tulio Mora tiene su “Cementerio General”, donde sus personajes cargan con todo el peso de la historia, Adoum tiene su “Cementerio personal” donde dedica sus poemas a sus amigos más cercanos, entre ellos Juan Rulfo, Benjamín Carrión y Paco Urondo para reconocerse en ellos.
Es notable la evolución que hace de su propio lenguaje, abogando en sus primeras etapas por un lenguaje hermético nerudiano, pasando por el neobarroco de clara influencia lezamaniana, para luego insertarse en un lenguaje popular, y finalmente imprimir su sello personal con un lenguaje que no conoce límites sintácticos ni gramáticos como lo demuestra en sus “Prepoemas en postespañol”: “era por descostumbre de la muerte por desmuerte” escribe.
No hubo poeta más preocupado por tratar de comprender la situación identitaria y la revaloración de su cultura, una búsqueda constante de esas “señas particulares” al que hiciera referencias en muchas ocasiones; ese hombre que se niega a desarraigarse, fue uno de los primeros en preguntarse sobre la “ecuatorianidad”, cuando dice: “Nadie sabe en dónde queda mi país, lo buscan / entristeciéndose de miopía: no puede ser, / tan pequeño ¿y es tanta su desgarradura, / tanto su terremoto, tanta su tortura / militar, más trópico que el trópico?”.
Además de poeta, Adoum se movió con naturalidad por el terreno de la novela, al publicar dos novelas emblemáticas, “Entre Marx y una mujer desnuda” (1976) y “Ciudad sin Ángel” (1995); el primero tuvo una acogida más que insólita al obtener el Premio Xavier Villaurrutia de México. Es una novela – afirmó el autor - antiburguesa, antimilitarista, antifascista y “antiliteraria”. “un texto con personajes”. También inventó con “Los amores fugaces” (1997) un género insólito, el de las memorias imaginarias.
Este poeta proteico, también estuvo relacionado con nuestro país: admiraba profundamente a Cesar Vallejo, tuvo un entrañable amigo, el artista plástico Víctor Delfín, además la última vez estuvo en tierras peruanas para participar en el Primer Encuentro Cultural Peruano Ecuatoriano realizado en Lima el 2004.
Jorge Enrique Adoum fue el poeta más (re)conocido fuera de sus fronteras, el que dijo que su peor enemigo era la palabra, y que su muerte no importaba sino la los de otros. El poeta ahora está en una vasija de barro, enterrado al lado de otro gran artista: Oswaldo Guayasamín. Que en paz descance.
Para los críticos más serios fue el poeta vivo más importante del Ecuador, y aun para Pablo Neruda era el mejor poeta latinoamericano –Adoum llegó a ser su secretario personal por espacio de dos años–; y si nos dejamos llevar por esas muestras de generosidad hacia Jorge Enrique Adoum diríamos que estamos ante un poeta imprescindible para conocer la evolución poética ecuatoriana del siglo XX.
En total, Jorge Enrique Adoum, publicó más de una treintena de libros, entre ellos destaca sus trabajos poéticos como “Ecuador amargo” (1949), “Carta para Alejandra” (1952), “Yo me fui con tu nombre por la tierra” (1964) y su monumental “Cuadernos de la tierra” (1952 – 1961) que comprende cuatros volúmenes, en un intento de realizar una poesía épica en una sociedad “que no tiene nada de heroica” diría en una entrevista.
La poesía de Adoum, no hace más que explicarse sobre un proyecto de acercamiento a la propias entrañas de sus frustraciones y aspiraciones; si el peruano Tulio Mora tiene su “Cementerio General”, donde sus personajes cargan con todo el peso de la historia, Adoum tiene su “Cementerio personal” donde dedica sus poemas a sus amigos más cercanos, entre ellos Juan Rulfo, Benjamín Carrión y Paco Urondo para reconocerse en ellos.
Es notable la evolución que hace de su propio lenguaje, abogando en sus primeras etapas por un lenguaje hermético nerudiano, pasando por el neobarroco de clara influencia lezamaniana, para luego insertarse en un lenguaje popular, y finalmente imprimir su sello personal con un lenguaje que no conoce límites sintácticos ni gramáticos como lo demuestra en sus “Prepoemas en postespañol”: “era por descostumbre de la muerte por desmuerte” escribe.
No hubo poeta más preocupado por tratar de comprender la situación identitaria y la revaloración de su cultura, una búsqueda constante de esas “señas particulares” al que hiciera referencias en muchas ocasiones; ese hombre que se niega a desarraigarse, fue uno de los primeros en preguntarse sobre la “ecuatorianidad”, cuando dice: “Nadie sabe en dónde queda mi país, lo buscan / entristeciéndose de miopía: no puede ser, / tan pequeño ¿y es tanta su desgarradura, / tanto su terremoto, tanta su tortura / militar, más trópico que el trópico?”.
Además de poeta, Adoum se movió con naturalidad por el terreno de la novela, al publicar dos novelas emblemáticas, “Entre Marx y una mujer desnuda” (1976) y “Ciudad sin Ángel” (1995); el primero tuvo una acogida más que insólita al obtener el Premio Xavier Villaurrutia de México. Es una novela – afirmó el autor - antiburguesa, antimilitarista, antifascista y “antiliteraria”. “un texto con personajes”. También inventó con “Los amores fugaces” (1997) un género insólito, el de las memorias imaginarias.
Este poeta proteico, también estuvo relacionado con nuestro país: admiraba profundamente a Cesar Vallejo, tuvo un entrañable amigo, el artista plástico Víctor Delfín, además la última vez estuvo en tierras peruanas para participar en el Primer Encuentro Cultural Peruano Ecuatoriano realizado en Lima el 2004.
Jorge Enrique Adoum fue el poeta más (re)conocido fuera de sus fronteras, el que dijo que su peor enemigo era la palabra, y que su muerte no importaba sino la los de otros. El poeta ahora está en una vasija de barro, enterrado al lado de otro gran artista: Oswaldo Guayasamín. Que en paz descance.