Viaje por los laberintos del cuerpo
Noche oscura del cuerpo
de J.J.Eielson




El cuerpo como materia hirviente, compuesto por trillones de células en una batalla por la supervivencia; el cuerpo como depositario de algún alma alucinada, armado de alientos divinos, una masa sinérgica, donde no hace falta que Miguel Ángel ordene gritarle, por la monstruosa perfección que gime por sí sola.

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En fin, el cuerpo como objetivo poético, una parábola contemporánea, el dilema de los pensadores postmodernos, entre ellos el “filósofo del cuerpo”, Jacques Merleau-Ponty: “el CUERPO no es un OBJETO”, Vade retro quien se atreva a decir que no existe la dualidad “Cuerpo/Alma”, porque todo pasa por ese caos violentado por la mente.

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“Pienso, (siento) luego existo”, a decir de los cuadros toscos de Francis Bacon, que todo lo desgarra, no hay estabilidad en el caballete, ni mucho menos en los pies, duele la tortura, pero más duele esa soledad, porque no hay reconocimiento con el otro, por eso el sujeto no es sujeto, es cualquier cosa, nadie puede decir que existo mientras nadie me vea, vea mi carne, porque no hay conciencia encarnada que esté provisto de escepticismos.
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Miramos por el ojo de la cerradura para contemplar al cuerpo que está recostado, haciendo quién sabe qué, pero que eso no importa cuando el vouyeur vive por el solo movimiento de su sombra, algo incompleto, que el resto es imaginado subliminalmente. Gracias Klossowki. El deseo se hace más penetrante. Lo místico es el deseo de la noche. La noche es demasiado oscura en España, en los claustros donde San Juan de la Cruz realiza su propio ritual: escribir sobre biblias viejas.

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A propósito, “la conciencia no es lenguaje” dijo el budista zen, Taysen Deshimaru, no hay lenguaje poético que asuma la responsabilidad de diseccionar lo real lacaniano, es un delito fomentar tal creencia. El lenguaje de a poesía, revierte todo lo planteado por la (con) ciencia; es el único camino por donde hay manzanos para llegar a encubrir los misterios, y todavía uno no piensa que el Árbol de la Vida es cierto.

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“Nada me vuelve más dichoso/ que el fulgor de las estrellas/ encerrado en mis arterias” este poema, vilmente mutilado, no es de Deshimaru, sino de otro que siguió sus pasos, en Italia, Jorge Eduardo Eielson, que por coincidencia cronológica es asociado a una generación peruana, y vuelto a ser mutilado como lo hice anteriormente con el poema, porque el no hizo más que seguir un camino que tendría un punto de quiebre hasta cinco años antes, es decir el día de su muerte, y que muchos aseguran que alcanzó aquello que los budistas llaman “satori”, antes de su partida a la luz.

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Noche oscura del cuerpo. Escrito inicialmente en la década del cincuenta, pero salido a la “luz” pública, luego de veinte años. Noche oscura del cuerpo, conjunción de las tradiciones, como el eclipse de luna: cristianismo místico, budismo místico. Oscurantismo e iluminación. Anulación de los contrarios. San Juan de la Cruz. Taysen Deshimaru.
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Noche oscura del cuerpo. Anteriormente y como precedente:- en fin, no hay obra que puede ser medido por el tiempo. Así lo dijo en una entrevista. En su obra mucho menos.- (1) El cuerpo de Giulia-no, la abyección en forma de belleza, el manto mortuorio sobre la morgue de Venecía. O aquella Dogaresa, el pájaro puro de las ensoñaciones. Performance que nuestra la mujer, con una gran sábana, la cubre como su fuera una placenta. Es un feto conectado al cordón umbilical, como si aún la belleza fuera parte completa de la naturaleza (El cuerpo de Guilia-no, performance, Venecia, 1972). Y los artistas, unos estúpidos niños jugando a hacer castillos de arena.

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(2)Tix. “Nunca más nos ocultamos/ Para acariciarnos soñar o defecar”; pasajes internos de la casa deshabitada, sin gatos ni perros, por lo menos. Puros baños, comedores, salas, pasillos condenados a la respiración del aire sin vida. “Y el Mundo nos pareció fresco e intacto/ Como acabado de hacer” (XV). La luna está afuera, y un tigre en un cuadro, recobra vida. “¿Para qué ha venido?, / ¿Ve usted que no hay nada?”(XXXXIX), así también son las esposas sepultadas en reinos desconocidos.

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Cuando fuimos placenta, fuimos felices, no había nada a nuestro alrededor, solo nosotros solos. Éramos anterior(es) a nosotros. Productos de la fusión deseada. Mi padre y mi madre, Adán y Eva. “Quizás el primer hombre y la primera mujer/ sobre la tierra”. Ellos son anteriores a mí, y de algún modo sus cuerpos son mi cuerpo. Y cuando ellos se van, yo me voy con ellos. “El arco iris se los lleva nuevamente,/ como se lleva mi pensamiento”.
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"Qui est je" /“¿Quién soy yo?” (Najda, André Bretón). “Je est un autre”/ “YO es otro” (Cartas del vidente, Arthur Rimbaud), para ser yo, tengo que reconocerme en el otro. El famoso “Estadio del espejo”, teoría de Jacques Lacan. Pero tengo que ir más allá, tengo que sentir lo que el otro siente, ser igual que él. Una vía directa para saber que existo, tengo necesariamente que sentir. Tener el cuerpo, pero ¿cómo comprobar de que tengo un cuerpo? “Lo que hace que yo pruebe un gran dolor es que poseo un cuerpo. Si no tuviera cuerpo, ¿qué dolor podría yo probar?” dijo Lao Tse. Aquel dolor eielsoniano vas más allá de nuestra propia materialidad. “el cuerpo entero padece/ de una enfermedad violeta/ cuyo nombre es melancolía”. “ Me duele la bragueta”.

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Porque el viaje se inicia, con la convicción de que somos hombres, o al menos que lo fuimos en algún momento. “todo lo que veo sobre la tierra/ me convence que jamas será un hombre/ ni una mujer ni una hormiga”, sin antes llegar a nuestros límites, penetrar por las zonas secretas, diseccionarnos, pero no a la manera del Leng T’ ché. “penetro corredores en corredores tiernos/ me estrello contra bilis nervios excrementos…/ caigo me levanto…/caigo nuevamente/ ante un muro de latidos”