Falleció Jorge Enrique Adoum
Currículum Mortis de un extranjero


El pasado viernes 3 de julio, el poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum falleció a los ochenta y tres años; nacido en Ambato, fue el último gran poeta de Ecuador, al lado de otros que ya partieron como Jorge Carrera, Gonzalo Escudero, Alfredo Gangotena y Cesar Dávila. “Ecuador Amargo” fue su primer libro publicado, que estuvo bajo el influjo del poeta chileno Pablo Neruda.
Para los críticos más serios fue el poeta vivo más importante del Ecuador, y aun para Pablo Neruda era el mejor poeta latinoamericano –Adoum llegó a ser su secretario personal por espacio de dos años–; y si nos dejamos llevar por esas muestras de generosidad hacia Jorge Enrique Adoum diríamos que estamos ante un poeta imprescindible para conocer la evolución poética ecuatoriana del siglo XX.
En total, Jorge Enrique Adoum, publicó más de una treintena de libros, entre ellos destaca sus trabajos poéticos como “Ecuador amargo” (1949), “Carta para Alejandra” (1952), “Yo me fui con tu nombre por la tierra” (1964) y su monumental “Cuadernos de la tierra” (1952 – 1961) que comprende cuatros volúmenes, en un intento de realizar una poesía épica en una sociedad “que no tiene nada de heroica” diría en una entrevista.
La poesía de Adoum, no hace más que explicarse sobre un proyecto de acercamiento a la propias entrañas de sus frustraciones y aspiraciones; si el peruano Tulio Mora tiene su “Cementerio General”, donde sus personajes cargan con todo el peso de la historia, Adoum tiene su “Cementerio personal” donde dedica sus poemas a sus amigos más cercanos, entre ellos Juan Rulfo, Benjamín Carrión y Paco Urondo para reconocerse en ellos.
Es notable la evolución que hace de su propio lenguaje, abogando en sus primeras etapas por un lenguaje hermético nerudiano, pasando por el neobarroco de clara influencia lezamaniana, para luego insertarse en un lenguaje popular, y finalmente imprimir su sello personal con un lenguaje que no conoce límites sintácticos ni gramáticos como lo demuestra en sus “Prepoemas en postespañol”: “era por descostumbre de la muerte por desmuerte” escribe.
No hubo poeta más preocupado por tratar de comprender la situación identitaria y la revaloración de su cultura, una búsqueda constante de esas “señas particulares” al que hiciera referencias en muchas ocasiones; ese hombre que se niega a desarraigarse, fue uno de los primeros en preguntarse sobre la “ecuatorianidad”, cuando dice: “Nadie sabe en dónde queda mi país, lo buscan / entristeciéndose de miopía: no puede ser, / tan pequeño ¿y es tanta su desgarradura, / tanto su terremoto, tanta su tortura / militar, más trópico que el trópico?”.
Además de poeta, Adoum se movió con naturalidad por el terreno de la novela, al publicar dos novelas emblemáticas, “Entre Marx y una mujer desnuda” (1976) y “Ciudad sin Ángel” (1995); el primero tuvo una acogida más que insólita al obtener el Premio Xavier Villaurrutia de México. Es una novela – afirmó el autor - antiburguesa, antimilitarista, antifascista y “antiliteraria”. “un texto con personajes”. También inventó con “Los amores fugaces” (1997) un género insólito, el de las memorias imaginarias.
Este poeta proteico, también estuvo relacionado con nuestro país: admiraba profundamente a Cesar Vallejo, tuvo un entrañable amigo, el artista plástico Víctor Delfín, además la última vez estuvo en tierras peruanas para participar en el Primer Encuentro Cultural Peruano Ecuatoriano realizado en Lima el 2004.
Jorge Enrique Adoum fue el poeta más (re)conocido fuera de sus fronteras, el que dijo que su peor enemigo era la palabra, y que su muerte no importaba sino la los de otros. El poeta ahora está en una vasija de barro, enterrado al lado de otro gran artista: Oswaldo Guayasamín. Que en paz descance.
El sueño de Onetti
A 70 años de la publicación de “El pozo”


No fue nada gratuito, cuando en 1967, el entonces joven escritor Mario Vargas Llosa, perspicaz lector, advirtió que la publicación de “El pozo” de Juan Carlos Onetti marcaba el “inicio de la novela creativa en América Latina”, y estaba en lo cierto, porque hasta ese momento, al menos dentro de la zona del río de la Plata no habían novelas con la sagacidad argumental y el desafío mismo que el texto proponía al lector.
Para entonces Onetti, tenía 29 años, y se dice que había escrito una novela a mediados de los años treinta, “Tiempo de abrazar”, pero que en uno de sus frecuentes viajes hacía Buenos Aires se le extravío; por eso tuvieron que pasar más cuarenta años para ser publicado, pero en una edición incompleta. Así es que podemos decir que con la nouvelle “El pozo” Onetti inicia una espléndida carrera novelística.
Las condiciones de cómo fue escrita, no fueron menos anecdóticas: el mismo Onetti cuenta en una de sus últimas entrevistas, que por aquel entonces, en Uruguay había una feroz dictadura, que no tuvo mejor idea que prohibir la venta de cigarrillos los sábados y domingos, por lo que los “viciosos” hacían su stock los viernes, pero Onetti se olvidó comprarlos, así que pasó dos días sin fumar ningún pucho, esto le trajo un humor de los mil demonios, ante esto no hizo sino otra cosa que tomar la maquina de escribir y empezar a redactar un pequeño texto de noventa y nueve páginas, esa era la primera versión de “El pozo”.
Ya en este texto, podemos advertir los elementos que constituyen la poética onettiniana, el universo que en cada novela se va nutriendo y forjando una poderosa narrativa, entre ellos y como eje fundamental está el “spleen”, término empleado por el poeta francés Charles Bauderlaire para referirse al tedio como una actitud, producto del “capitalismo avanzado” como sostiene el crítico Mario Fabían. Pues bien, ese tedio se apodera de Eladio Linacero, botado en su habitación, donde no tiene mejor forma de malgastar su tiempo que inventarse historias, recordarse de su vida pasada, soñar situaciones absurdas, y finalmente ponerse a escribir, lo que él llama su “Obra maestra”.
Y es que todas estas cosas, hace que Eladio no pierda el sentido de la vida, que no sea más vulgar de lo que ya es, sino con la mención conciente de que el soñar puede ayudarlo a escapar de su mediocre existencia. “si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque me da la gana simplemente”.
En esta persistencia de recrearse en sus sueños, hace que asistamos al salto de otros planos irreales, la lectura entonces se hace más compleja porque se entretejen situaciones inconexas, donde diversos personajes se pierden en sus propios mundos, todos bajo un ambiente cargado de pesimismo, desde la habitación de donde cuenta sus pericias hasta la cabaña donde se produce un fallido intento de violación.
La soltura y el dominio de la técnica, con que Onetti narra esta su primera novela, nos hace pensar en un diestro lector que sacó provecho de sus lecturas, además que es el primer intento de modular su ilimitada imaginación al servicio de las historias. A setenta años de su primera adición, artesanal, “El pozo” sigue siendo fuente de aprendizaje para los jóvenes escritores, quienes siempre buscan una forma insólita de narrar una historia.
En el centenario del autor de “La vida breve”
Cuando sí importe Onetti



Si seguiría vivo, este primero de julio, cumpliría cien años, pero por desgracia no es así; el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti vivió hasta los ochenta y cinco años, suficiente para dejar una obra fecunda, que abrió la brecha hacía la modernidad a nuestras letras latinoamericanas; “El pozo”, “Juntacadáveres”, “El Astillero”, son algunas de sus obras que dejaron huella en su generación y siguen siendo leídos con el mismo fervor de antes.
Para Mario Vargas Llosa, Onetti es el “primer novelista de lengua española moderno” y para Emir Rodríguez Monegal “marca el acceso de toda una nueva promoción narrativa a las letras hispanoamericanas”. Él es, Juan Carlos Onetti, un escritor de culto, alumno aplicado de Faulkner, parricida por excelencia, se autoexilió a España, como un elefante que sabía que iba a morir, sin embargo al final de su vida pudo conocer la gloria, al concedérsele el anhelado premio Cervantes en 1980.
Existen muchas formas de abordar la vida de un escritor, la de Onetti la influencia de la geografía es gravitante, hecha acaso a la medida de sus expectativas, la que marcará su obra; ya que si bien nació en Montevideo, fue fuertemente atraído por la capital bonaerense, separándolos tan solo por el río de la Plata, ciudades a las que alternó por motivos de trabajo, además que fueron escenarios naturales para sus relatos iniciales, hasta que creó Santa María, su Ciudad. “yo quería estar en otro país, en otro lugar, que no fuera Buenos Aires ni Montevideo, porque (Santa María) es la mezcla de ambas cosas” dijo alguna vez.
Desde niño fue un lector voraz, se leyó todo Julio Verne además quedó fascinado con una novela gráfica, Fantomas, y cuando estuvo en Buenos Aires, además de estar en permanente contacto con Roberto Alt, descubrió la obra de su admirado William Faulkner, al leer por primera vez “Absalón, Absalón” la que la consideró tan buena que tuvo días en los que le “pareció inútil seguir escribiendo”. Onetti no solamente fue quien quedó impactado por el autor de “El sonido y la furia”, creador también de otra ciudad ficticia Yoknapatawa, sino también por casi todos los escritores del Boom, pero es evidente que en el Uruguayo fue quien lo comprendió a cabalidad, por su mismo temperamento y el estilo que inconciente perseguía. “La novia robada” es el calco fiel de “A rose for emily”.
Se casó hasta en cuatro oportunidades, tuvo hijos, entre ellos está Jorge Onetti, quien se haría un famoso escritor. La que le acompañó los últimos cuarenta años de su vida, fue la violinista Dorotea Muhr, o simplemente Dolly, “Ignorado perro de la dicha” extraña dedicatoria que le hace en su relato “La cara de la desgracia”. En alguna ocasión a Dolly le preguntaron: ¿Cómo fue vivir con Onetti? “Como hacerlo con alguien que a la vez vivía en otro mundo, el de la irrealidad, el de la literatura, el de la creación” sentenció.
Y es que Onetti, siempre estuvo en la frontera de la ficción, escribió para pocos, se dice que “El pozo” su primera novela, solo se vendieron cincuenta ejemplares a lo largo de veinte años. Aunque consideraba a “Los adioses” como su mejor novela, no obstante es con “La vida breve” que se ve a un Onetti en su plenitud como narrador, de una prosa densa, morosa, con frases extensas, de compleja lectura, y con técnicas manejadas con maestría, además que en esta novela se iniciaría con la saga de historias que ocurrirán en Santa María, hasta acabar en “Cuando ya no importe”, su último canto de cisne.
Escritor maldito, fumador empedernido, “el compadrito italiano” como le dijo Jorge Luís Borges, se autoexilió en Madrid en 1975, cuando España retornaba a la democracia; y desde entonces se aísla en su departamento, arrojándose a la cama hasta su muerte, como todo un privilegiado espectador de su decadencia, escribiendo sus últimas novelas, bebiendo wiski, y leyendo quizá el último aforismo de Cioran: “La soledad no te enseña a estar solo, sino a ser único.”
En la provincia de Chanchamayo
II Encuentro de Escritores con sus lectores




Ante los últimos lamentables sucesos en la zona amazónica del Perú, el “II Encuentro de Escritores con sus Lectores” que se desarrollará en la Merced, a partir del viernes 26 hasta el domingo 28 de junio, se torna un espacio propicio para demostrar que el dialogo es la mejor manera de confrontar pensamientos, por más distintos que sean y de esta forma llegar a un consenso.
Organizado por la Asociación de Escritores y Artistas “Juan Santos Atahualpa” de La Merced, encabezado por el escritor Gotardo Cervantes Mendivil; este importante Encuentro, en esta su segunda versión, promete ser uno de los focos centrales de la cultura, que se realiza anualmente, y cuyo objetivo primordial es de “acercar a los escritores con sus lectores, y hacer que compartan el arte, creatividades, producciones y publicaciones de manera horizontal”.
En ese sentido los escritores provenientes de las regiones como Junín, Ayacucho, Apurimac, Huancavelica, Pasco y Huanuco, se darán cita en el valle de Chanchamayo para participar activamente de las conferencias, ponencias e intercambio de experiencias con los asistentes, concientes de la enorme multiculturalidad que comprende la zona central del país y sus enormes posibilidades de desarrollo como nación.
Para dicho encuentro ya han confirmado su participación los escritores: Nicolás Matayoshi, Carolina Ocampo, Hector Meza Parra, Jorge Luis Roncal, Jair Pérez, Rolando Mandujano, Gilbert Ortega, Darío Vásquez, Julio Arévalo, Elías Astete, Luís Padilla, Luís Yañez entre otros destacados intelectuales; así como grupos literarios, entre ellos destaca el Movimiento Literario “Dosamarus” de Huancayo.
Los dos primeros días del evento servirá para profundizar en las obras de los escritores invitados, y su aporte en nuestra literatura peruana, vale decir en conferencias magistrales, talleres de comprensión lectora, ponencias, presentación de obras; así como para las visitas a los colegios de la zona.
Mientras que el último día, está programado para el contacto y observación de la realidad del medio social, es decir, en los centros poblados y comunidades nativas, como fuente de trabajo e investigación.
Gotardo Cervantes Mendívil, Presidente del Comité Ejecutivo, informó qué el evento será “una fiesta intelectual, con quienes cultivan la cultura y sus lectores, asistirán profesores de las especialidades de lengua y literatura, estudiantes y la población que vive preocupada por la cultura”.
Viaje por los laberintos del cuerpo
Noche oscura del cuerpo
de J.J.Eielson




El cuerpo como materia hirviente, compuesto por trillones de células en una batalla por la supervivencia; el cuerpo como depositario de algún alma alucinada, armado de alientos divinos, una masa sinérgica, donde no hace falta que Miguel Ángel ordene gritarle, por la monstruosa perfección que gime por sí sola.

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En fin, el cuerpo como objetivo poético, una parábola contemporánea, el dilema de los pensadores postmodernos, entre ellos el “filósofo del cuerpo”, Jacques Merleau-Ponty: “el CUERPO no es un OBJETO”, Vade retro quien se atreva a decir que no existe la dualidad “Cuerpo/Alma”, porque todo pasa por ese caos violentado por la mente.

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“Pienso, (siento) luego existo”, a decir de los cuadros toscos de Francis Bacon, que todo lo desgarra, no hay estabilidad en el caballete, ni mucho menos en los pies, duele la tortura, pero más duele esa soledad, porque no hay reconocimiento con el otro, por eso el sujeto no es sujeto, es cualquier cosa, nadie puede decir que existo mientras nadie me vea, vea mi carne, porque no hay conciencia encarnada que esté provisto de escepticismos.
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Miramos por el ojo de la cerradura para contemplar al cuerpo que está recostado, haciendo quién sabe qué, pero que eso no importa cuando el vouyeur vive por el solo movimiento de su sombra, algo incompleto, que el resto es imaginado subliminalmente. Gracias Klossowki. El deseo se hace más penetrante. Lo místico es el deseo de la noche. La noche es demasiado oscura en España, en los claustros donde San Juan de la Cruz realiza su propio ritual: escribir sobre biblias viejas.

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A propósito, “la conciencia no es lenguaje” dijo el budista zen, Taysen Deshimaru, no hay lenguaje poético que asuma la responsabilidad de diseccionar lo real lacaniano, es un delito fomentar tal creencia. El lenguaje de a poesía, revierte todo lo planteado por la (con) ciencia; es el único camino por donde hay manzanos para llegar a encubrir los misterios, y todavía uno no piensa que el Árbol de la Vida es cierto.

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“Nada me vuelve más dichoso/ que el fulgor de las estrellas/ encerrado en mis arterias” este poema, vilmente mutilado, no es de Deshimaru, sino de otro que siguió sus pasos, en Italia, Jorge Eduardo Eielson, que por coincidencia cronológica es asociado a una generación peruana, y vuelto a ser mutilado como lo hice anteriormente con el poema, porque el no hizo más que seguir un camino que tendría un punto de quiebre hasta cinco años antes, es decir el día de su muerte, y que muchos aseguran que alcanzó aquello que los budistas llaman “satori”, antes de su partida a la luz.

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Noche oscura del cuerpo. Escrito inicialmente en la década del cincuenta, pero salido a la “luz” pública, luego de veinte años. Noche oscura del cuerpo, conjunción de las tradiciones, como el eclipse de luna: cristianismo místico, budismo místico. Oscurantismo e iluminación. Anulación de los contrarios. San Juan de la Cruz. Taysen Deshimaru.
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Noche oscura del cuerpo. Anteriormente y como precedente:- en fin, no hay obra que puede ser medido por el tiempo. Así lo dijo en una entrevista. En su obra mucho menos.- (1) El cuerpo de Giulia-no, la abyección en forma de belleza, el manto mortuorio sobre la morgue de Venecía. O aquella Dogaresa, el pájaro puro de las ensoñaciones. Performance que nuestra la mujer, con una gran sábana, la cubre como su fuera una placenta. Es un feto conectado al cordón umbilical, como si aún la belleza fuera parte completa de la naturaleza (El cuerpo de Guilia-no, performance, Venecia, 1972). Y los artistas, unos estúpidos niños jugando a hacer castillos de arena.

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(2)Tix. “Nunca más nos ocultamos/ Para acariciarnos soñar o defecar”; pasajes internos de la casa deshabitada, sin gatos ni perros, por lo menos. Puros baños, comedores, salas, pasillos condenados a la respiración del aire sin vida. “Y el Mundo nos pareció fresco e intacto/ Como acabado de hacer” (XV). La luna está afuera, y un tigre en un cuadro, recobra vida. “¿Para qué ha venido?, / ¿Ve usted que no hay nada?”(XXXXIX), así también son las esposas sepultadas en reinos desconocidos.

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Cuando fuimos placenta, fuimos felices, no había nada a nuestro alrededor, solo nosotros solos. Éramos anterior(es) a nosotros. Productos de la fusión deseada. Mi padre y mi madre, Adán y Eva. “Quizás el primer hombre y la primera mujer/ sobre la tierra”. Ellos son anteriores a mí, y de algún modo sus cuerpos son mi cuerpo. Y cuando ellos se van, yo me voy con ellos. “El arco iris se los lleva nuevamente,/ como se lleva mi pensamiento”.
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"Qui est je" /“¿Quién soy yo?” (Najda, André Bretón). “Je est un autre”/ “YO es otro” (Cartas del vidente, Arthur Rimbaud), para ser yo, tengo que reconocerme en el otro. El famoso “Estadio del espejo”, teoría de Jacques Lacan. Pero tengo que ir más allá, tengo que sentir lo que el otro siente, ser igual que él. Una vía directa para saber que existo, tengo necesariamente que sentir. Tener el cuerpo, pero ¿cómo comprobar de que tengo un cuerpo? “Lo que hace que yo pruebe un gran dolor es que poseo un cuerpo. Si no tuviera cuerpo, ¿qué dolor podría yo probar?” dijo Lao Tse. Aquel dolor eielsoniano vas más allá de nuestra propia materialidad. “el cuerpo entero padece/ de una enfermedad violeta/ cuyo nombre es melancolía”. “ Me duele la bragueta”.

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Porque el viaje se inicia, con la convicción de que somos hombres, o al menos que lo fuimos en algún momento. “todo lo que veo sobre la tierra/ me convence que jamas será un hombre/ ni una mujer ni una hormiga”, sin antes llegar a nuestros límites, penetrar por las zonas secretas, diseccionarnos, pero no a la manera del Leng T’ ché. “penetro corredores en corredores tiernos/ me estrello contra bilis nervios excrementos…/ caigo me levanto…/caigo nuevamente/ ante un muro de latidos”

Cuando el apocalypsis es poesía



Dato:
Dorada Apocalypsis,
Domingo de Ramos.
Tranvía editores,
Lima, 2009


Sin lugar a dudas, la poesía de Domingo de Ramos (Ica, 1960), es una de las más emblemáticas dentro del contexto de los años 80, por la propuesta de un lenguaje, que profanaba la tradicional forma de componer un poema, así como también la actitud confrontacional que tomó por esos años cuando pertenecía al entonces polémico movimiento Kloaka.
Dentro de sus más importantes producciones poéticas se encuentran, “Pastor de perros” (1993), “Luna Serrada” (1995), “Osmosis” (1996) con el que ganó el premio COPE de poesía, “Las cenizas de Altamira” (1999, vuelto a aparecer este año) y Erótika de Klase (2003) que obtuvo el Premio de poesía erótica “Oquendo de Amat” del Centro Cultural de España.
Esta vez, la poesía de Ramos ha evolucionado notablemente con “Dorada Apocalipsis”, donde construye una compleja red de voces que se entrecruzan, produciendo todo un entramado polifónico, donde lo sublime y lo escatológico hacen una suerte de simbiosis en pro de penetrar en la interior de sus personajes, que parecen ser producto de migraciones de todo tipo, y por ende de desarraigos psicológicos y/o sociales.
Y es que el móvil, de “Dorada Apocalypsis” son sus propios personajes, que van desfilando por nuestro sentidos, todos con un denominador común: que son de alguna forma marginales, fuera de toda institución oficial, y que conciente o inconcientemente establecen una conexión con la mentada “brutal decadencia” a la que muchas veces hace referencia el poeta iqueño.
Sus versos son tan extensos, que parecen nunca tener fin, a la manera de Enrique Lihn, y que mantienen el bemol, así sea para presentar situaciones tensas; no por algo diría que es “un lírico con aliento de novelista”, ya que en sus poemas se entretejen historias inacabadas, fragmentadas, de personajes como el destructor de bellezas, (Clímaco); el icono chichero (Chacalón), así como gansters y condesas, entre otras rarezas.
“Dorada Apocalypsis” es quizá parte de aquella transición, como lo fue “Cenizas de Altamira” – empero que no pierden el rumbo –, para apuntar a uno de los libros medulares en la poética ramosniana desde que inició su carrera literaria: las migraciones humanas. “este sería mi libro utópico y bello; y éste es el comienzo sin tener final” escribió en la contraportada de “Cenizas de Altamira”.
Por la senda del antihéroe




Tiene la traza de un rockero de los años 80’ y la verbosidad de un anarquista; él es Willy del Pozo o Karl Oharak (su alter ego), además de poeta marginal, es un caza talentos (o sea editor), fundador del sello editorial Altazor; esta vez se adentró a los dominios de la crónica con la publicación de “El sendero luminoso del placer”, presentado en la Universidad Continental, la semana pasada.


Entre tus publicaciones tienes más libros de poesía ¿cómo fue tu experiencia al escribir crónicas?
Las anécdotas de mi vida las fui contando en tertulias literarias de amiguetes durante mi permanencia en España cuando era estudiante universitario. Con el paso del tiempo a pedido de Jaime Quispe, un amigo periodista, las fui reuniendo y formé este volumen. Me he divertido muchísimo al releerlas más incluso que al escribirlas, y hacerlo fue un acto de desfogue, de necesidad fisiológica, pues la mayoría de ellas fue escrita de un tirón.


¿No te parece que el título de tu libro es bastante provocador?
Parece provocador e insinuante, y puede dar una concepción equivocada del contenido del libro, pero el lector descubrirá que en realidad se trata de recrear o buscar esa luz, “iluminar” el camino por el cual el protagonista discurre su existir. Y a la vez se puede concebir que cada uno de nosotros hacemos ese ejercicio de autoreflexión, que no es más que una suerte de búsqueda, una experiencia de la cual se aprende a reír, a burlarse y a mostrar la cara más descarada y desenfadada de sí mismo, a revelar los defectos con orgullo, al igual que las situaciones adversas en la vida donde se ha terminado siendo el perdedor; pero siempre orgulloso de serlo.


En tu libro se siente una marcada influencia por Ray Lóriga, lo leíste cuando estuviste en España?
Mi primer acercamiento a la literatura de Ray fue en el año 1994 cuando leí su novela “Héroes”. Lo hice después de escuchar una entrevista a José Ángel Mañas cuando su libro “Historias del Kronen” quedó finalista del Premio Nadal, entonces él comandaba a la Generación X española. Ángel Mañas mencionó a Lóriga y me interesé por sus primeros libros, los leí todos hasta “Caídos del cielo”, pero después le perdí la pista; sin embargo, no creo que exista una influencia suya conciente en mi obra, aunque quizá en el desparpajo y el descaro, en nada más.


El haber editado el libro basado en el concurso de cuentos de “Solo4”, ¿qué opinión te merece la narrativa de aquí?
He tenido la oportunidad de conocer y leer a escritores de esta región, como por ejemplo a Edgardo Rivera Martínez, Sandro Bossio, entre otros, en los que se cuenta la siempre entusiasta y muy inventiva nueva generación de narradores que se incluyó en tal antología que mencionas. En mi caso como editor siempre estoy a la caza de nuevos talentos de las letras peruanas, pues hemos editado Bibliotecas regionales de diferentes lugares del Perú, se ha trabajado con autores de Ayacucho, Ancash, El Callao, Cajamarca, cada una compuesta de 20 títulos innovadores. Existe ya un compromiso con el Centro Cultural de la Universidad Continental para la edición de una antología de jóvenes narradores de la zona.


El protagonista de tus crónicas se pasea sin ningún problema tanto en Ayacucho como en España, entre dos culturas, ¿cómo concibes la identidad dentro esos contextos?
Recuerdo una anécdota que me pasó en España. En la Universidad de Cádiz era conocido como un cholo “comunista”, todos decían que mi pensamiento estaba profundamente influenciado por las consignas del Ché Guevara, tomadas al pie de la letra de su diario de Bolivia, sin embargo, en la misma España, en la Asociación Cultural de El Puerto, me tildaban de ser un capitalista consumado, incluso y por otras razones ser casi un seudo nazi; pero yendo a los terrenos de la absoluta confidencia, en realidad me he casado con el bien y el mal, con la mendicidad y con la solvencia, con Europa y Latinoamérica, con España, Inglaterra, Brasil y nuestro Perú, por lo que soy un verdadero terrícola, mi país y mi identidad definitivamente es terrenal y más carnal y viceversa.
Crítica a la razón judicial




Doctor en Derecho Penal por la Universidad Federico Villareal, y actualmente profesor de Filosofía del Derecho en la facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UPLA, Luís Alberto Pacheco Mandujano (Lima, 1974), publicó su polémico primer libro “Sofía y Teodoro: diálogo en torno a la prueba lógica y ontológica de la existencia de dios”; y esta vez nos presenta un libro, también revelador, “La dialéctica del hecho social, valor y norma como definición ontológica del derecho”.


¿De qué forma que la metafísica ha influido en el derecho?
Esa expresión de la filosofía, basado en el pensamiento y en la idealidad de los objetos, ese es metafísica, un constitutivo de lógicas internas muy racionales, pero que en un momento determinado advierte que no refleja lo que técnicamente no sucede en la realidad. El día de hoy ya no tenemos filosofía, tenemos epistemología, es la filosofía actual, y la epistemología no es sino la ciencia de las ciencias, es decir es el instrumento teórico a través del cual nosotros podemos tomar diversos objetos de la realidad como objetos de estudio y analizarlos bajo perspectivas científicas. El derecho lamentablemente ha adolecido muchísimo de eso, hasta inicios del siglo XX quizás el mayor aporte de un desarrollo del derecho en términos científicos ha venido del profesor austriaco Hans Welzel, quien empieza a romper progresivamente con la metafísica imperante del derecho pasado.

Usted dice que “Cuándo la sociedad burguesa desaparezca, desaparecerá el derecho”
Marx y Engels, tienen una definición clásica del derecho, dicen “el derecho es la voluntad de la clase dominante erigida en ley”, y esa definición del derecho es una definición que debe entenderse como el derecho de la sociedad burguesa, vale decir, el derecho de leyes que responde a los intereses de clase, pero aplicando la teoría marxista y haciendo un análisis de todo el proceso del desarrollo de la historia comprendemos que tarde o temprano va a llegar un periodo en el cual esta sociedad burguesa va a tener que desaparecer definitivamente, y dará paso a otro tipo de sociedad a la sociedad socialista y posteriormente a una sociedad colectiva y esta implica relaciones sobre las cuales ya no existan leyes que respondan a intereses de clase, porque no existirían ya clases sociales, sino más bien normas de carácter ético que sin dejar de ser derecho van a regular la existencia de todos los hombres en sociedad.

¿Qué cuestiona de la teoría tridimensional del derecho de Miguel Reale?
Miguel Reale tiene el gran mérito de descubrir que la esencia que determina el derecho como fenómeno social parte de fenómenos fácticos, de lo que llamamos hechos sociales, pero estos hechos sociales producen un tensamiento de naturaleza axiológico-valorativo. Reale explica que de esa tensión dialéctica surge entonces la norma, que es una norma jurídico-positiva y que se constituye en el instrumento a través del cual se impone la decisión de la sociedad a través del Estado para que rija la vida de los hombres. Pero la explicación que subyace dentro de su definición teórica, por el hecho de estar basado en un planteamiento de carácter nepositivista del extremo metafísico, nos parece que la metodología es equivocada, y rescatamos el valor epistemológico del que habla Althusser entre otros marxistas heterodoxos y anteponemos el pensamiento marxista, no como expresión de política, sino mas bien como un instrumento de análisis, epistemológico, que nos permita reformar dialécticamente para superar el planteamiento de Reale.

¿Cómo se inserta esa teoría en la praxis del derecho?
Ningún juez puede administrar justicia, porque la justicia es un valor; por lo tanto entonces lo que los jueces hacen es administrar sus decisiones jurisdiccionales; lamentablemente hay una fuerte dosis de una influencia tremenda de un pensamiento positivista, en Perú, en América Latina y parte de Europa, por el cual los jueces y fiscales en su gran mayoría dicen “el derecho se aplica sin que de por medio pueda tener un papel la ética”. Entonces la gente no comprende por qué existe un Poder Judicial que aplica normas y no justicia. Nuestro planteamiento es la exigencia de la introducción de los valores dentro de la concepción general del derecho.

¿Cuáles son sus impresiones al proceso judicial de Alberto Fujimori?
Mi total y plena satisfacción por la aplicación de una condena que reivindica históricamente al país, más allá de las concepciones políticas que nosotros podamos tener, lo cierto es que todos podemos concluir en una gran verdad: que bajo ese régimen se cometió las peores atrocidades que ha podido conocer el Perú a lo largo del siglo XX.
Retrato de un Drag Queen




Huancayo aún sigue siendo frágil, y lo seguirá siendo, con algún evento que le sea ajeno a su propia idiosincrasia, y cualquier arte que sea trasgresor y que subvierta las normas establecidas, tendrá poca fortuna en el territorio mental de la gente.

Tal es el caso de la onda Drag Queen, cuyas fronteras con el arte y la implicancia de su constitución lúdica con los roles sexuales, se place en ser espectáculo puro, de pelucas y vestidos multicolores bajo la intensidad de las luces del escenario, que a la primera vista llaman la tímida atención del espectador.
Eso lo sabe bien, Juan Carlos Cajigas, Juka para los amigos, quien desde hace años, silenciosamente, viene realizando un trabajo nunca hecho por estos lares, y que ha empezado ha fascinar a propios y extraños, cuando de pronto aparece con su personaje de Demenzia en la comedia teatral, “El vaivén de las mosquetas”, escrita por el mismo.
“Fue una de las obras que mostró por primera vez, en nuestra ciudad, el homosexualismo en todo su esplendor, por así decirlo fue un montaje que mantuvo al público desde el inicio hasta el final con esa intriga de cómo iba a terminar” nos dice Juka.
Y es que el drag para él es “Es aquel que cuando lo miras te asombras y te preguntas ‘Qué feo’, y luego sigues volteando y dices ‘pero que bonito’, y dale, sigues mirando bien y dices ¡pero está locazo!”, y no es la única pieza teatral que despierta sentimientos encontrados, a ello se suman sus unipersonales como muñeca, bajemos el telón, entre otros.
El trabajo del drag para Juka no ha sido fácil, como dijo en una entrevista anterior, por el mismo hecho de que es complicado ser mujer y “mucho más si se es una drag que tiene que exagerar todo de una mujer”. Para ello tuvo que estudiar en una escuela de drags en Lima con Fraudiamanda un famoso drag.
El arte de Juka no tiene límites conocidos, sino que se va acoplando a la tecnología musical junto con la actuación, de modo que el mismo Dj, es un espectáculo al cual podemos escuchar pero también ver, en una suerte de performance, llamado la Perfo-sonora; donde sale de la galera otro de sus personajes memorables, Paranoia Candy.
Después de años arduos de trabajo de difundir el arte homosexual en lugares como el Wasi Da Kakumba, lugar de concentración de la contracultura huancaína que deja de existir, a Juka lo espera Lima, la capital, la que cada día se abre más, y como dijo en su conmovedor cortometraje “Así soy, soy así”: las noches lo esperan, porque de él son las noches.
EL PASTOR URBANO



El poeta Domingo de Ramos (Ica, 1960), asegura que la poesía que se está haciendo en provincias va dar muchas sorpresas; él estuvo el ultimo jueves transitando las calles de nuestra ciudad y sobre para presentar en la Universidad Continental, el CD de poesía “Simplemente Pleamar” de dos jóvenes poetas, Gabriel Griss y Paulo González. El último poemario publicado por Domingo de Ramos es “Dorada Apocalipsis”.


¿Hora Zero y Kloaka al parecer persiguieron los mismos derroteros?
No tanto porque Hora Zero corresponde a su momento histórico y Kloaka igual, donde se inició la guerra interna que ha dejado cicatrices que hasta ahora no se borran, entonces Kloaka nace en ese contexto, y ese contexto es precisamente donde los poetas escribimos sobre la violencia.

¿Que los diferenciaba estéticamente?
Estéticamente creo que en un punto, que es la lumpenización del lenguaje, porque los de Kloka somos una generación de una migración, no éramos los que veníamos de provincia, sino éramos parte de una Lima que es ahora, sabíamos la movida de ahí, y que correspondía a todo una marejada de propuestas de los que ya no éramos migrantes, sino éramos una especie de nuevos limeños.

¿Se aventura a definir la poesía, a través de su experiencia?
No, yo me quedo ahí. No, sería mi testamento, pero todavía no me quiero morir (risas).

¿Cuáles son sus lecturas actuales?
Estoy leyendo poesía japonesa y China; me gustan porque es muy contrario a mi poesía, porque yo hago lo extenso. Estoy aprendiendo como captan toda la poesía en tres palabras, en un haiku.

¿Le cuesta escribir poesía?
Sí, como a todos nos cuesta mucho, porque a la vez es tan difícil escribir en un medio como es el Perú; en América Latina donde no hay incentivos de ninguna clase.

¿El poeta es un profeta como pregonaban los de Kloaka?
Contra su voluntad es un profeta, ahora que uno sea conciente de que sea profeta, bueno yo no digo nada porque es mucho ego. Yo creo que uno escribe, y lo que escribe, el tiempo lo dirá.

¿Cómo nace esa fascinación por escribir sobre personajes como Chacalón o Clímaco?
Me interesó mucho ver en este pata, en Clímaco, de clase media alta, como trató de destruir la belleza a martillazos; el tipo es un asesino, un esquizofrénico, eso no me interesó tanto. Me interesó como este tipo agarra una chica de su propia clase social, bellísima, entonces ante esa imposibilidad, ha querido esculpir con un martillo esa belleza, negar la belleza, me interesó hablar sobre ese mal, en todo caso hablaba sobre la condición humana.

¿Y Chacalón?
En el caso de Chalacón un poco que me emparentaba, que era parte de eso, porque me divertía, Chacalón tiene muchas cosas, cuando yo escribo; porque una cosa es trasladar la realidad a la poesía, devolviéndola otra forma de realidad.

Acaba de publicar su último poemario “Dorada Apocalipsis” ¿De qué trata?
En ese libro todos son personajes, ya no hay uno que relata un proceso como en “Pastor de perros”, en “Las cenizas de Altamira” hay un relato de una cultura en decadencia, y en este último libro, son simplemente personajes donde hablan de lo que les sucede y de paso hablan de lo que pasa en el mundo.
Palabras de un horazeriano confeso





Tulio Mora Gago (Huancayo, 1948), actualmente es unos de los más importantes poetas peruanos vivos, un referente inmediato de la poesía desarrollada en la segunda mitad del siglo XX; tanto sus palabras como sus libros, condicen la lucidez de un hombre que vive inmerso en la poesía como acción.


¿Hora Zero aún sigue vigente?


Hora Zero (HZ), si tiene algún aporte a la literatura peruana y latinoamericana, es que primero retrata un nuevo proceso de socialización en el país, que es proceso de la migración. Hora Zero estaba buscando una poesía vivencial, experiencial y de pronto se encuentra con la migración en la calle; el fenómeno de la urbanización que no es fenómeno peruano sino latinoamericano. Se consiguió por fin un discurso que no fuese denotativo de una mixtura medio indigenista, surrealista o simplemente una repetición de la poesía beatnik con citas cultas o citas de referencias de prestigio literario, sino se revelaba más que una escritura, una presencia, un ser humano detrás. Mi punto de vista, es que el Perú poéticamente puede dividirse un antes y un después de HZ, es otro escenario, eso es su vigencia.



¿Se siente un poeta acabado?


En cuanto a la búsqueda de temas, de discursos poéticos, yo ya desde “Oración frente a un plato de col”, o antes, “Mitología” incluso, tenía una concepción de qué cosa era un libro; para mí un libro no es un conjunto de poemas, un libro es una unidad, hay que verlo como una visión coherente, incluso de continuidad. Yo he escrito en la medida que he encontrado temas unitarios. Entonces no es que me haya sido más fácil escribir porque estoy más viejo, al contrario me ha sido más difícil.



¿En “Oración frente a un plato de col” dice que “el deber más criminal de un peruano es ser poeta”, sigue pensando lo mismo?


Es un hecho, porque si vamos a la vida de Juan Ramírez Ruiz, que hasta este momento no pueden sacarlo de la tumba en la está enterrado como NN, ya es altamente demostrativo que cómo es catalogado un poeta en este país, entonces no solo me reafirmo sino que la realidad ha reafirmado ese verso.



¿Cuáles son sus impresiones de los horazerianos en Huancayo, como Sergio Castillo y Cesar Gamarra?


Yo diría que Sergio Castillo no ha publicado todo lo que tenía, y no ha publicado lo mejor que tenía; creo que el debería hacer un mayor esfuerzo, porque tiene grandes cosas que no están plasmados en un libro y deberían estar. En cuanto a Cesar Gamarra, siempre ha sido muy coherente con su poesía y eso me gusta; en las buenas y en las malas siempre se ha considerado sobre todo un poeta, y de los buenos de HZ; es un poeta que ha transmitido ese lenguaje callejero de acá a escenarios andinos de Huancayo, de la selva y de Cerro de Pasco; con una precisión, con una fuerza, y sin renunciar ese carácter emotivo de gran afectividad y de gran lucidez sobre todo.



Víctor Hugo dijo que las mejores literaturas salen en tiempos de crisis ¿En poesía cree que está sucediendo eso?


No necesariamente se da esa mecánica, pero no deja de ser curioso, que el manifiesto Palabras Urgentes de HZ, decía: “Se nos ha entregado unas ruinas”, entonces ya habíamos avizorado que lo que había en el Perú era una crisis, que se había abierto desde los años 50, una fractura que hay acá, el velasquismo abre más profundamente esa crisis. Eso da proceso a una confrontación que recién se está mezclando, en ese proceso está inserto Hora Zero con los principales libros que se han dado de esa época; estamos hablando de “Asalto y destrucción del infierno” de Enrique Verástegui; “Tromba de agosto” de Jorge Pimentel; “Noches de adrenalina” de Carmen Ollé; “Las armas molidas” de Juan Ramírez Ruiz; “Cementerio general” de Tulio Mora; cinco libros que por lo menos están asociados a la tremenda crisis que está pasando. Es un tiempo de crisis, y desde ahí se está manifestando la nueva poesía, pero eso es una poesía que ya nosotros el año 70 lo habíamos referenciado.


¿Qué libro publicado le ha traído muchas satisfacciones?


“Cementerio general”; el libro se vendió en un mes.



¿Y le constó mucho trabajo?


Me constó como dos años; tuve que renunciar a un trabajo. Hay varias cosas que apuntaban a la voluntad que tuve de escribir este libro, pero no solamente eso, sino que salió de la formula de los poetas, los libros de poseía generalmente los leen los poetas, yo me di con la grata sorpresa que “Cementerio general” fue leído por otros, historiadores, sociólogos, y por personas comunes y corrientes. Personalmente a mí me gusta más “Simulación de la máscara” que es un libro de la vida, este es un libro de las danzas, de los desbordes, del placer, de la incontinencia de los hombres para resistir la vida.



¿Cuál es su próximo proyecto poético?


No tengo un libro ahora en mente, creo que voy por el lado de “Cementerio general”, ampliarlo, porque me piden mucho; me han dicho que van a publicar en la misma editorial que publicó Jorge Pimentel, su “Ave soul” (Doble Principe ediciones). También tengo una plaqueta que se llama “Ángeles detrás de la lluvia”, que seguramente este año lo voy a publicar.


Hábleme de la próxima antología de Hora Zero


Estoy dándole vueltas desde el año 1996. Me demoré hasta el año 2000, y no pude publicarlo en ese momento porque una editorial primero dijo que sí, después dijo que no porque era muy largo, y lo he retomado el año pasado cuando gracias al empuje de unos amigos, nos hemos contactado con la editorial de Jorge Espinosa Sánchez, que se ha comprometido a publicar la antología; entonces yo la he reactualizado, teniendo mucho más material durante estos ocho años, Es un acercamiento lo mas amplio posible para que el lector tenga una dimensión de lo que fue Hora Zero.



¿Cómo es su relación con Huancayo?


El útero nuestro, de nuestra familia, era Huancayo, porque era la casa de mi madre. Yo siempre me he sentido identificado con mi familia materna que con mi familia paterna. Entonces eso se ha traducido en mi escritura.

La casita de los recuerdos



La casita del cedrón, José Oregón Morales, Edición del autor, Huancayo, 2008.


Primera novela (corta) y quinto libro del escritor José Oregón Morales (Tayacaja – 1949), “La Casita del Cedrón”, sigue la senda de aquella estirpe de escritores que apostaron por la “literatura de costumbres”, como lo así denominaba el crítico Manuel Baquerizo Baldeón a la literatura indigenista, muy de moda allá por los años treinta y vuelto a replantearse décadas posteriores, con Oscar Colchado Lucio, Zein Zorrilla y Edgardo Rivera Martínez por nombrar a algunos.
Como se sabe, Oregón Morales inició su carrera literaria con el libro “Kutimanco y otros cuentos” (1979), donde recoge historias de la oralidad andina, poniéndonos en contacto con las costumbres, tradiciones propias de los pueblos de los andes del sur; de esta misma línea, publicó “Loro Qolluchi y otros cuentos” (1986), para luego publicar un drama social, “El Motín” (1986), y finalmente retornar después de casi veinte años con “Memorias del cuye Arroyo” (2004), que son breves relatos de corte jocoso y humorístico.
La novela, escrita en primera persona, da cuenta de la vida de Chipsa, desde su infancia, en medio de una familia tradicional, subyugada bajo la figura patriarcal en un ambiente machista; en ese contexto Chipsa recorre los recónditos parajes del pueblo de Pampas, Salcabamba, para luego realizar un éxodo en busca de una esperanza de cambio en su vida, y arribar a Huancayo, ciudad donde se hace compositora.
A grandes rasgos la historia de “La casita del cedrón”, nos remite también, en paralelo, conocer parte de la biografía de la compositora Carmela Morales, madre del autor -según su propia confesión- a manera de homenaje por su gran aporte al folklore en esa parte del país, realizando una fábula de la violenta modernidad y la visión de una testigo privilegiada de los cambios sociales que se suscitaron en los andes centrales.
La novela corta “La Casita del Cedrón”, obra que llegó a ser finalista en el III concurso latinoamericano de Ecuador, en el 2005, así como también en el concurso nacional “Horacio” en el 2008, en palabras del Sandro Bossio Suárez – quiñen prologó el libro –, “es un buen ejemplo de que la literatura de corte campesino no tiene porqué estar disgustada con la modernidad técnica y recursiva de la literatura universal”.
Gerardo Garcíarosales y su diálogo con los espectros





El poeta Gerardo Garcíarosales (Jauja, 1944), vuelve al ruedo literario con la publicación de dos poemarios fundamentales: “El cuervo blanco” y “Elius” (silbaviento editores), acaso una vuelta de tuerca en lo que va de su producción poética.

¿A qué se debe la reedición de “El cuervo blanco” publicada en 1984?
Es por dos necesidades, porque “El cuervo blanco” ya se estaba volviendo mito, y porque era necesario que se conozca este poemario, porque veo que todas las actitudes nuevas de la crítica social han empezado a prestar atención a lo que yo había hecho hace veinticinco años. El Cuervo blanco fue publicado por un colegio a mimeógrafo y mal hecho.

¿Cuán valido es el discurso poético para criticar la situación de los tiempos actuales?
Más que criticar, abre las ventanas de todo lo que hay de oscuridad dentro, eso es lo que veo que es así, porque si no te pica una pulga no la sientes, pero te tiene que picar para que veas que tienes una pulga que te está rondando, entonces te hace inmediatamente reaccionar, esa es la imagen que quiero dar.

En tu libro realizas una crítica irónica a la condición de Lima como ciudad ¿Cuál es tu percepción de Lima?
Yo veo a Lima con temor, porque sales a las calles y las mismas sombras te pueden asaltar, y convertirte en un guiñapo humano, físicamente hablando; pero por otro lado es ese adormecimiento letal que te causa cuando tú ya estás involucrado a Lima, ya cambias totalmente; se vuelve un monstruo se siete cabezas que no sabes por dónde empezar a ver, a contar, a identificar, porque Lima es como un baratillo que tiene de todo, pero no tiene lo que tenemos todavía, lo que conservamos nosotros aún.

Con “Elius”, te insertas dentro de la poesía política…
El hombre en la dimensión de la palabra no deja ser político, porque politiquero sí lo es, indudablemente, pero lejos del sentido que le puedan dar a la poesía política, su juzgamiento, pienso de que todos los tiempos para la poesía política son tiempos coyunturales, ahí están todos los problemas sociales que no dejan de estar presentes.

¿Y como así desarrollas en tu poesía?
Cuando uno tiene la intención de seguir políticamente a un momento, no es valedero; en el caso mío, creo que mi poesía no es coyuntural sino va caminando como va caminando el hombre, porque “Elius” es adaptable a todos los tiempos.

Elius, por confesión propia, es Eleodoro Vargas Vicuña. ¿El llegó a ver los manuscritos?
Eleodoro fue un testigo presencial de todo el camino de este poemario, porque estábamos inmersos en la crítica de todo lo que nos sucedía, de todo lo que nos circundaba, entonces es el diálogo que yo tenía, que hacíamos siempre con él cuando estaba vivo, entonces ahora de muerto sigo dialogando. Todo aquel que lee, viene a tomar el lugar de Eleodoro, ese diálogo muy interior se está convirtiendo un diálogo universal; todo aquel que lee ya forma parte del libro.

¿Cuál es el próximo libro que publicarás?
Estoy terminando “El espejo de ciegos imaginarios” es un libro de largo aliento que debo de terminarlo, porque el mismo libro ahora que lo estoy corrigiendo, ya me pide; que ya se está colmando las expectativas.
Juan Parra del Riego en inglés




Tuvo que pasar casi un siglo para que Juan Parra del Riego, nuestro más celebrado poeta Huancaíno, tenga la cobertura que se merece, traspasando las fronteras mismas del lenguaje castizo al mundo anglófono, gracias a la pronta publicación del libro “The Windmills (…and other Selected Translated Poetry, of: Juan Parra del Riego)”, una antología poética del autor de los polirritmos, cuya versión al ingles fue realizada por el poeta norteamericano Dennis L. Siluk. En exclusiva para Zona Letrada, publicamos un extracto de este importante aporte a nuestras letras peruanas.

Canto a Barranco
(El Mar)


Mar de Barranco, mar meditabundo,
mar triste, mar sin velas, mar dormido,
mi dolor es amargo y es profundo
porque al verte tu pena he cogido.
Si tú tienes tus náufragos ¡oh mar!
que niega la apariencia de tu calma
yo también como tú sé enmascarar
las ilusiones náufragas de mi alma.
Como ese sol que se hunde triste, triste,
en tu confín que de oro y grana viste,
así se van hundiendo lentos, lentos,
cuando ante tu ancha faz sueño y medito,
en tu secreto azul mis pensamientos
como pájaros ebrios de infinito.


Canto to Barranco
(The Sea)

Sea by Barranco, the meditating sea,
sad sea, sea without sails, asleep sea,
my pain is bitter and is deep
because on seeing you, your sorrow I have taken.
If you have your shipwrecked persons, oh Sea!
that denies the appearance of your calmness
I also like you … know how to disguise
the shipwrecked illusions of my soul.
Like this sun that sinks sadly, sadly,
in your confines of gold and red dressings
thus they are sinking slow, slow,
when before your broad face I dream and ponder,
in your blue secret … my thoughts
like endless drunken birds.

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Nocturno Nro. 8

Dolorida en la luna se va la carretera.
Me voy a sentir más hoy tu alma allí;
dolorido en la luna que me mira y espera
y da su solitaria paloma mensajera
que va como acordándose de ti.
Miro las soledades misteriosas del cielo
y nada es más profundo que tu amor,
bailarín de amargura, zapateador de hielo,
tú eres, ¡oh! Sirio, dulce violinista del cielo!
lo que me ha comprendido aquí mejor.
Pero tú eres la luz que tiembla allá:
Voy solo. Voy cansado. Voy ciego. Voy perdido.
Y esta noche de luna, que es música sin ruido
me va poniendo tu alma como en un hondo nido
sobre mi sollozante eternidad.
Con mi sombrero negro empapado en la luna
yo te contaré todo mi dolor…
Le pediré a la muerte más pavor que nos una…
le pediré a la vida más caliente fortuna
de besos, de locura y de temblor.

Night Nro. 8

Hurting in the moon, the road fades away
I am going to feel more today your soul, there;
Hurting in the moon that looks and waits for me
and gives its lonely carrier pigeon
memories that belong to you.
I look at the mysterious loneliness in the sky
and nothing is deeper than your love,
a dancer of bitterness, a tap dancer on ice.
Oh! Syrian, you are the sweet violinist of the sky!
Here, makes me understand you better.
For you are the light that trembles there:
I go alone. I go tired. I go blind. I go lost.
And this night of the moon, which has soundless music
it is as if your soul is put deep into a nest
and my weeping goes without end.
With my black hat awash in the moon
I tell you of my suffering.
I shall ask death for more dread to unite us…
I shall ask life for pleasant fortune
with kisses of madness and trembling.

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Canto al Carnaval

Libertad maravillosa de la risa,
la ciudad corre en las ruedas de colores, ¡Carnaval!
Ya en las plazas y torres, ventanas y esquinas,
saltando como una niñita la luna
cuelga los teléfonos de las serpentinas
para tu furiosa fiesta universal.

¡Columpios de risas! ¡Árboles de amores!
Los novios calientan la noche con su corazón.
Ya aquel ha corrido por un frac… ¡va pálido!
Rosada de sueños
ella piensa en algo furtivo y fantástico
que sólo esta noche podría pasar…

Canto to the Carnival

Laughing has a wonderful freedom,
the city’s carnival has a wheel of colors.
In the squares, on the towers, windows and corners,
the moon is jumping like a little girl
as the ribbons are hung around telephones
for this livid universal party.
Swings of laugher! Trees of love!
With their hearts, boyfriends warm the night.
One has already run for a dress-coat, pale he goes!
Crimson dreams
she’s thinking of something sly and fantastic
that only this night might bring…
Garciarosales y el dialogo entre los temblores




El cuervo blanco, Gerardo García Rosales, Silbaviento editores, Huancayo, 2009
Elius, Gerardo García Rosales, Silbaviento editores, Huancayo, 2009


Siempre que aparece el libro de un escritor local es una buena noticia, y sobre todo cuando se trata de un libro de poemas, en una región que en estos tiempos está en una franca escasez de voces líricas que den cuenta de nuestra situación, y aún más que sus creaciones sean publicadas; a esta buena noticia le agregamos el nombre del reconocido poeta que acaba de publicar dos poemarios de un solo respiro, como si acabase por fin lo que, hace casi tres décadas, inició, y como si ambos poemarios se entregaran a una suerte de juego de espejos, de intertextualidades más o menos logradas.
Olvidémonos de los enigmas, que por supuesto rodea a la poesía por naturaleza, y presentemos al poeta: se trata de Gerardo Garcíarosales (Jauja, 1944) autor del logrado “Aquel hombre Xauxa”, y también presentemos a los poemarios en cuestión: “Elius” y “El cuervo blanco”, si bien el segundo ya fue publicado en 1984, el poeta lo ha vuelto a corregir después de veinte años, que de algún modo sería una suerte de reescritura, en tanto que el primero ya fue publicado en la revista “Caballo de fuego” hace seis años, asimismo con este poemario obtendría el primer premio de poesía en los XLV Juegos Florales de la UNCP.
La primera lectura de “El cuervo blanco” nos convoca, por un lado, con sutil ironía, como espectadores pasivos de los profundos cambios que se ha gestado en una ciudad como Lima, pudo ser otra, con su poderosa atracción como urbe que está bajo la sombra de la globalización, con sus códigos compartidos, sus neurosis; por otra lado, se halla, recóndita, pero aún conservando su frescura, los elementos que hacen más vivos la tradición, como todo lo que compone el paisaje, y los efectos que estos producen en el hombre que vuelve a la tierra para tomar el aire necesario para seguir conviviendo entre el caos y la rutina. (“luego, en un santiamén, la costa se haría irrespirable, los farallones salados de la oreada geografía/ sucumbirían a los tentáculos pegajosos de la miseria”).
Mientras que en “Elius”, va más allá de señalar las cosas “efímeras”, ya que su lectura, busca poner en cuestión, nuestro sistema mismo de vida, de quienes nos dominan, y lo que ha quedado del ser que antes habitaba en nosotros, que al parecer ya no queda nada, y la tierra “baldía” en el que habitamos en completo desarraigo; aquí la voz del un yo poético, comparte su visión con “Elius”, que no es más el escritor Eleodoro Vargas Vicuña, en un dialogo que nos parece eterno, donde se habla de todo, son como voces de nuestra propia conciencia (“nos devolvieron por fin Elius, estas pequeñas parcelas que siempre fueron nuestras,/ sus orillas agotadas,/ sus enredadas titulaciones,/los esqueléticos tejados que nos cobijaron;/ solo que ahora, por arte de magia, ya no existen”).
En definitiva, “Elius” y “El cuervo blanco”, publicados en una preciosa edición de cara y cruz, son libros que merecen una relectura constante, para desentrañar sus propósitos con el lector; además, que dan una vuelta de tuerca en la obra poética del autor jaujino que, sin duda, su reaparición siempre va a ser una muy buena noticia en nuestra región.
CUATROS ESCRITORES, CUATRO VERSIONES DE UNA TIERRA



Hace un par de años, de forma inusitada, la región Junín se ha ido consolidando como un espacio apto para el desarrollo de la narrativa, y sobre todo para la gestación de varios escritores, con un estilo en vías de maduración, con notorias diferencias, entre ellos podemos mencionar a cuatro narradores en especial: Sandro Bossio Suárez, Alberto Chavarría Muñoz, Ernesto Ramos Berrospi y José Oregón Morales. Cuatro formas de escribir, cuadro visiones distintas de sentir nuestra tierra.


ESPACIOS DE REENCUENTROS

Mi trabajo como periodista cultural en esta parte del país, me ha hecho un espectador privilegiado de los cambios profundos que está atravesando nuestra literatura, esto se debe tal vez por los cambios que una región como la nuestra vive actualmente, sobre todo Huancayo; así mismo me permitió tratar personalmente con los que, hoy por hoy, pueden ser los “nuevos” escritores, fundacionales de una nueva literatura, estancada por décadas, donde solíamos leer a unos cuantos escritores con novelas que nos daban la sensación de que seguíamos estando en los años 40’, inmersos dentro de corrientes desgastadas, pensamientos estáticos, y aspiraciones que no tendrían sentido alguno en nuestros tiempos, salvo honrosas excepciones como Julio César Alfaro Gilvonio (1939-2003), con una obra aún en proceso de maduración, pero que ya se podía predecir su calidad de un narrador nato, otorgándole una nueva visión de nuestra ciudad; lamentablemente el autor de “Prestadito nomás” nos abandonó prematuramente.
Después de él tuvieron que pasar un par de décadas para que surja, nuestra generación los pedía a gritos, un grupo de narradores que nos propongan estilos diversos, acorde a los cambios turbulentos de las estructuras sociales y de pensamiento que en el mundo se estaba erigiendo, sin dejar de lado nuestra propia realidad tan compleja culturalmente hablando; sé que nombrar a solamente cuatro escritores, es arbitrario y es, además, ponerles una carga pesada en sus espaldas, aun sería un delito resumir la amplia gama de voces que exigen reconocimiento, de ser tomados en cuenta, por su innegable aporte hacia esta nueva generación; nadie cuestiona eso, pero es también justificable que, por la edad que frisan, y la coincidencia de sus publicaciones, podemos trazar sucintamente un mapa que nos ubique dentro del contexto actual, como proyección para la valoración de sus respectivas propuestas y, asimismo, sus preocupaciones actuales.

OREGÓN MORALES: DE LA BUENA TIERRA A LA MALA CIUDAD

La obra publicada por el escritor y folclorólogo José Oregón Morales (Tayacaja, 1949), si bien no es numerosa, comprende dos libros de cuentos, otro de drama y una novela, podemos considerarla inmersa dentro del llamado neo-indigenismo, que es una suerte de versión repotenciada del indigenismo de los años 30’ del siglo pasado. Su novela corta, “La casita del cedrón” (edición del autor, 2008), recientemente publicada, se compone de elementos ficticios y reales, la vida de su madre Carmen Morales Lazo, en el contexto del pueblo de Huancavelica, aún cuando era un espacio rural, y el contacto con los nuevos fenómenos sociales como la gestación de un grupo subversivo que provocaría la desarticulación de nuestra sociedad y obligaría a la gente a realizar un éxodo feroz hacia ciudades más o menos avanzadas, como Huancayo. No obstante, esa visión que el escritor huancavelicano muestra de esta ciudad, se compone de recuerdos vagos, donde se entronca aún con las costumbres adquiridas del pueblo de donde provinieron, y quienes chocan con gentes cuyo pragmatismo se revelan como aspectos propios de una urbe.

RAMOS BERROSPI: REZAGOS DE UN PAÍS FRAGMENTADO

Desde que inició su carrera literaria con “Cuentos amargos” en 1990, el escritor Ernesto Ramos Berrospi (Huancayo, 1955) tenía claro el panorama de lo que sería una constante en sus posteriores libros: la ciudad como universo cerrado y sus diversos problemas. Si bien su primer libro fue de cuentos, los demás son novelas, con algún éxito cosechado, como lo es con “Ilusiones perdidas” (Circe editores, 1994), la más ambiciosa que haya concebido, y la más compleja entre todas sus novelas, en ella nos sumergimos en el contexto del Perú de la década de los ochenta, en un periodo donde la ideología más recalcitrante hace eco en seres dogmatizados y engañados por un mundo mejor a través de las armas. En ese sentido el ambiente que el autor establece es existencial, como al de todas sus narraciones, incluso el de su última novela corta Brunella (san marcos, 2007), que es una remake de su cuento “Aurelia”. Es acaso que es este escritor en especial donde sentimos la influencia del escritor César Alfaro Gilvonio.

CHAVARRÍA MUÑOZ: LAS CIUDADES FANTASMAS

Acaso el más radical de los cuatro, el escritor Alberto Chavarría Muñoz (Tayacaja 1959) ha fundado su literatura en aspectos como, el realismo sucio norteamericano, lo urbano como categoría social y las excentricidades de sus personajes cosmopolitas; de la combinación de todos estos elementos han salido dos libros publicados el mismo año, – 2008-, una de cuentos, “La lluvia y el río” (Edición del autor) y una novela corta “La ninfa del Jericó 941” (San Marcos), esta última, resume quizá mejor su estilo, posiblemente entroncado dentro del postmodernismo; vale decir, con un discurso fragmentado, influencias de géneros extra-literarios, personajes marginales, con códigos lingüísticos universales, entre otros. En sus historias, el autor huancavelicano muestra la cara más retorcida de una ciudad como Huancayo: desordenada, caótica, escatológica con seres oscuros, perdidos en su levedad. Es uno de los escritores que más ha experimentado con las técnicas a favor de su narrativa, como carta de presentación.

BOSSIO SUÁREZ: UN MUNDO REALIZADO

El recorrido literario que ha realizado el escritor Sandro Bossio Suárez (Huancayo, 1970), ha sido con cierta cautela, moderado en su forma de escribir, con una obsesiva búsqueda de la perfección; quizá por eso se explica que tardó seis años en publicar su segundo libro, “Crónica de amores furtivos” (San Marcos, 2008), después de haber publicado su exitosa novela corta “El llanto en las tinieblas” (Premio de Novela Corta del Banco Central de Reserva en el 2002), donde abogaba por una literatura de corte histórico, muy de moda por esos años en Latinoamérica y España; siendo diestro en el manejo de los datos históricos aplicados a su narrativa que lo consagró como un escritor fundamental en estos momentos, y que la publicación de su libro de cuentos no hizo más que justificar lo que había hecho en su novela: lenguaje depurado, envolvente propia de la época y el contexto al cual la historia se va desarrollando; el manejo medido de los tiempos; la capacidad de fabular historias con técnicas modernas. Asimismo parte de las virtudes de Bossio Suárez es la capacidad de congeniar con todo tipo de género literario, ya sea el policial, costumbrista, fantástico y sobre todo de “época”, como en el caso de “Concilio mayor” que es una suerte de nouvelle incluido en su último libro, donde reconstruye la cuidad de Huancayo del siglo XVII, donde vivían dominicos en un monasterio que talvez existió. “Quisiera hacer una versión libre de la historia a través de la literatura” diría en una entrevista.

CODA

Como hemos podido comprobar en este breve ensayo, los cuatro escritores mencionados, proponen cuatro versiones distintas de la literatura, y la ciudad que nos abarca, unos más maduros que otros, otros emprendiendo un camino de intensa búsqueda de sus campos de trabajo en su narrativa; en cierto modo se complementan, y hace más rica nuestra literatura; pero esto no quiere decir que nos ajustamos a lo que han escrito estos cuatro hombres de letras; al contrario la literatura de Junín en estos últimos años nos están dando muestras de nuevas voces como Consuelo Arriola Jorge, Augusto Effio Ordoñez, Raúl Tenicela Baldoceda, entre otros. La narrativa de Junín está renaciendo, sólo le falta a la poesía hacer lo mismo.
Onetti y Vargas Llosa
Entre los senderos de la ficción y la realidad





El año pasado el reconocido escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) publicó “El viaje a la ficción, el mundo de Juan Carlos Onetti” (Alfaguara), donde analizaba la obra de uno de los iniciadores de la narrativa moderna en Latinoamérica. Asimismo este libro no hacía más que certificar la gran admiración que sentía el escritor peruano por el autor de “La vida breve”.

Cuenta la leyenda, que en una conversación improvisada, sucedida en San Francisco (EE.UU.), entre Vargas LLosa y Onetti, el autor de “Conversación en La Catedral” le recriminaba su manera de anárquica de trabajar sus escritos, a lo que el escritor uruguayo le respondió: “mira Mario, lo que pasa, es que tú con la literatura tienes una relación conyugal, tienes que cumplirle de tal hora a tal hora, y para mí es una relación con una amante, cuando tengo deseos de escribir, entonces escribo”.
Esta anécdota graficaba muy bien el carácter arrebatado de Onetti al momento de escribir, en comparación de Vargas Llosa a quien, como fiel discípulo de Flaubert, se le conoce su obsesiva disciplina al momento de trabajar sus novelas, y esto se traduce en sus escritos, para bien de la búsqueda de un equilibrio y un orden en su mundo ficticio porque “me da como una confianza y una seguridad que la vida no me da” dijo alguna vez MVLL, coincidiendo con lo que decía Vila-Matas que “escribir es corregir la vida”.
En cambio el estilo de Onetti, refleja un mundo donde muestra la condición humana y lo más retorcido de su naturaleza, cuya retórica, señala MVLL “diluye lo contado y da un aire artificial, enrarecido e inasible a unos hechos que cuesta trabajo detectar esas madejas de imágenes, reflexiones, repeticiones incesantes en las que el narrador parece extraviarse, olvidado de lo que contaba”, es decir, su lenguaje es funcional, puesto al servicio de la historia, donde nos es complicado diferenciar entre la realidad y la ficción.
Es quizá, esas dos intrincadas divergencias, lo que tanto han atraído al autor de “La ciudad de los perros” de la narrativa del Uruguayo, premio Cervantes en 1980, y la manera de cómo éste hace de sus historias una especie de tratado de la “metaficción”, vale anotar que lo que cuenta no es más que el proceso de cómo una historia se va gestando con sus aciertos y desaciertos, como en “La vida breve” Juan María Brausen, crea Santa Maria, una ciudad imaginaria (no Onetti), o en “Un sueño realizado”, donde unos actores recrean el sueño de una mujer que finalmente muere.
No es la primera vez que Mario Vargas Llosa se ocupa ampliamente de un escritor; como se sabe, lo hizo con García Márquez (“García Márquez, historia de un deicidio”), Gustav Flaubert (La orgía perpetua: Flaubert y «Madame Bovary») y Víctor Hugo (La tentación de lo imposible), no obstante, es en “La verdad de las mentiras” (1990), donde en el prólogo realiza un acercamiento concienzudo sobre su experiencia con la ficción, donde sostiene que es “un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo.”
De ahí que los personajes de Mario Vargas Llosa están orientados hacia la búsqueda alguna utopía (Paúl Gauguin y Flora Tristán en “El Paraíso en la otra esquina”), así sea amparándose en personajes mesiánicos (los canudos ponen toda su fe en el Consejero en “La guerra del fin del mundo”), todas estas ficciones, dice MVLL, con el fin de estimular el deseo de libertad. En cambio, en las ficciones del escritor uruguayo, fallecido en 1994, sus personajes huyen de la realidad, pero no menos peores que ésta, porque no les queda otra opción frente una vida sin aristas, chata en expectativas de un cambio que los saque de su pesimismo que finalmente los arroja hacia el fatalismo más crudo.
Pese a todas estas marcadas diferencias entre ambos escritores, también queda espacio para señalar algunos puntos coincidentes, como la admiración que ambos tuvieron por el escritor norteamericano William Faulkner (acaso uno más que otro), el manejo diestro de las más sofisticadas técnicas narrativas, y por último ambos fueron los iniciadores de la narrativa urbana en sus respectivos países, cuando todavía predominaba las literaturas decimonónicas y de cortes costumbristas.

Lo que MVLL dijo de Onetti
“Onetti fue el primer novelista de lengua española moderno, el primero en romper con las técnicas ya agotadas del realismo naturalista, con su estilo sentimental, amanerado y lleno de resabios románticos y truculentos, el primero en utilizar un lenguaje propio, elaborado a partir del habla de la calle, un lenguaje actual y funcional, que no creaba esas cesuras típicas de la literatura costumbrista entre vida espontánea y estilo ampuloso y libresco, que construía sus historias utilizando técnicas de vanguardia como el monólogo interior, las mudas de narrador, los juegos con el tiempo.”
Las tonadas de Don Aurelio Beltrán



“Valle de ilusiones, vida artístico musical del compositor Aurelio Paulino Beltrán Chamorro (1894 – 1978)”; William Ulises Beltrán Silva, edición del autor, Huancayo, 2008.

Es innegable que la zona central de país, sobre todo el valle del Mantaro, ha sido la cuna para el surgimiento de grandes hombres, con una enorme sensibilidad, expresada en la música, ya sea porque esta parte del país, fue dotado de un amplio repertorio de paisajes y de una rica tradición, arraigadas fuertemente a nuestro pasado.
Hombres como el recientemente fallecido Zenobio Dagha, quien para muchos modernizó el waylasrh, así como los músicos Sabino Blancas y Esteban Palacios, quienes hicieron lo propio con la jija, también no olvidemos a Blas Mosquera Chipana, Augusto Lizárraga, Pedro Macucachi, Tiburcio Mallaupoma, entre otros grandes propulsores de la música folclórica de nuestro valle, quienes abrieron una brecha entre lo que se conoce como lo antiguo y moderno con sus novedosos aportes.
Y si de innovaciones musicales se trata, es importante mencionar a don Aurelio Paulino Beltrán Chamorro (Masma, 1894 – Huancayo, 1978), músico y compositor, quien dio variedad y forma, a lo que hoy por hoy se le conoce como el carnaval jaujino. Una vida dedicada a la difusión de la música andina, que fuera rescatado a manera de biografía, en “Valle de ilusiones” escrito por su nieto William Ulises Beltrán Silva (Huancayo, 1978), también músico y actualmente director la orquesta Super Sensación del Perú.
Este libro es un importante documento, que recoge desde los primeros años de la vida del compositor masmeño, fundador de la legendaria orquesta típica “La musa jaujina”; también este documento biográfico nos da pie a que nos enteremos de la evolución musical que por ese entonces se estaba gestando, de manos del autor del famoso huayno “Caminito de Huancayo” y “Entrada a Paca” que son parte de las más 200 composiciones entre mulizas, valses, marineras, carnavales, entre otros generos musicales, que escribió.
De ahí la importancia de “Valle de ilusiones” libro de corte biográfico, género raras veces cultivado en nuestro medio, dedicado a manera de homenaje a un compositor que dedicó toda su vida a la música, y sobre todo a que se preserve en la memoria colectiva de un pueblo, que seguramente lo recuerda cada vez que escucha una de las tantas inmortales composiciones que dio vida.
“Rima Coyllur” y la nueva expresión del arte joven

Cuando los muros hablan





Cuenta la historia que hace un año, unos cinco muchachos, apostados en la ciudad de Huancayo, deambulando por sus angostas calles, que cada vez más se van asemejando al centro de Lima, una vez vieron cómo un extenso muro de la antigua Estación de Ferrocarril, en la avenida Giráldes, se iba deteriorando poco a poco, además de que lo iban destruyendo, con el pretexto de dar paso al ansiado “desarrollo comercial” que todo lo devora; no obstante ellos se sintieron muy indignados, “¿Porqué? Si es un simple muro”, preguntaba algún despistado; lo que pasa es que en este muro estaba plasmado prácticamente toda la vida de un pueblo desde sus inicios hasta mostrarnos una visión futurista de lo que seríamos a aquí a unos siglos. El autor de tal hazaña: Josué Sánchez. El de los murales de Santa Rosa de Ocopa y de San Jerónimo de Tunán.
¿Y quienes eran aquellos chicos, de mirada indignada, y la vez desafiante cada vez que el mural de señor Sánchez iba siendo, además, cubierto con pintas de mal gusto hecho con algún sprice barato y también de avisos de fiestas chicha de los que se realizan en Manufacturas del Centro? Sus nombres: Alan Espinoza Astete, Rafael Gabriel Vasquez Ninahuaman, José Carlos Pacheco Peña, Luís Armando Brañes Huaman y Leo Landeo Mendoza; todos ellos no pasan de los veinticinco años; tres de ellos estudiantes del Instituto Continental en la Carrera de Diseño Gráfico.
Hace un año se juntaron para formar el colectivo “Rima Coyllur” que en castellano significa “Habla lunar”, nombre muy sugerente, pero que a la vez nos dice de sus estilos que chocan con el surrealismo pero acercados a una intensa búsqueda de su identidad, expresados en diversas expresiones artísticas, entre ellos, el arte plástico, sobre todo en lo que ellos llaman “Graffo –murales” que no es más una forma más elaborada de hacer graffitis en los muros, así sea de barro o de ladrillo, empleando, además del convencional sprice, el acrílico, esmalte, o algún elemento que pinte y que sea al alcance de sus bolsillos, ya que carecen de todo tipo de apoyo.
“El graffiti es un libro urbano” nos dice Rafael con la mirada puesta en una de sus creaciones, ubicado entre los jirones Conquistadores y Chavín en el distrito de El Tambo, y que hoy por hoy se ha convertido en una suerte de galería a la intemperie donde se puede apreciar a un gran ser amorfo, que pide a gritos ¡Cultura!, así como también un enorme ojo que todo lo mira, rodeado de algunos elementos de la naturaleza, como si reclamara que le prestemos más atención a la naturaleza que cada vez se va contaminando; otro de los dibujos que nos roban la mirada es un gran león que sostiene una bandera Etiope, que es la fuerte influencia que está teniendo la cultura rastafari en esta parte del país.
¿Por qué el muro y no el lienzo? Preguntamos, “porque el lienzo es muy restringido, y además porque nuestro arte es para el pueblo, y no para círculos cerrados” nos dice Luís con total firmeza, y nos hace pensar que lo que vemos en frente nuestro, efectivamente, es la nueva expresión de lo que hacen los jóvenes en una ciudad como la nuestra, al igual que otras ciudades como Lima, donde anualmente, gracias al Centro Cultural de España, se organiza un concurso de graffitis, y donde hay una fuerte corriente de expresión con grupos como DMJC (Dedos Manchados en la Jungla de Cemento) y “Callao Cartel” entre los más conocidos, y que han hecho de las barriadas de la vieja Lima, un lugar de reflexión a cada paso que damos; “mostramos lo que sentimos y lo que hay en Huancayo, además damos un mensaje de paz, contra la drogadicción, el pandillaje” nos dice Alan, con cierta esperanza que lo que están haciendo pueda ayudar a ver de distinta forma nuestro mundo.
Vida de un transterrado llamado
Gonzalo Rojas


El domingo 21 de diciembre del 2008, el poeta chileno Gonzalo Rojas (Lebú – 1917), cumplió nada menos que noventa y un años, toda una vida dedicada al quehacer poético; este esfuerzo se está traduciendo en los importante premios y reconocimientos que está obteniendo desde que se inició con su carrera literaria, como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1992); el Premio Nacional de Literatura de su país (1992), así como también el Premio Cervantes (2003), el más importante galardón en lengua castellana. Sin lugar a dudas, es junto a Nicanor Parra, uno de las más fundamentales voces de la poesía chilena, que aún viven.


Hablar de la poesía de Gonzalo Rojas es hablar de un caso absolutamente excepcional, dentro de la gran gama de poetas chilenos surgidos a partir de las primeras décadas del siglo pasado, quienes estuvieron guiados bajo el magisterio de poetas como Pessoa Veliz, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Pablo de Rokha. Es también de vital importancia mencionar la generación a la que perteneció, la del 38; ya que es en esta generación que aún estuvieron bajo los preceptos del surrealismo a modo de experimento, y que posteriormente fueron a parar hacia otros proyectos aún más audaces, tal es el caso del poeta de Lebú.
Podemos además señalar tres momentos importantes que definieron la posterior poesía chilena y su marcada influencia en Latinoamérica, y que Gonzalo Rojas sería uno de privilegiados en ser parte de estos cambios: (1)la publicación de la revista Mandrágora, en la que publicaban a poetas consagrados como Huidobro, y a jóvenes Gustavo Osorio y Jorge Cáceres; esto (2)desembocaría inevitablemente en la agrupación denominada “Los poetas de la claridad”, cuyo rasgo fundamental era su carácter antivanguardista, no obstante esta posición tendría su contraparte en “El Movimiento David” encabezado por Eduardo Anguita, quien acuño la expresión de “Moral poética”, proyecto que no se llegará a concretar, pero algo que se puede rescatar de este movimiento, fue su intención comenzar de la nada, de ese “vacío” como decía Anguita, para crear el estilo de objetos y de actos que funcionen orgánicamente, a semejanza del hombre incorporado y proyectado permanentemente, tanto en su consumación como en su acrecentamiento”. Algo de estás ideas marcarían al joven Gonzalo Rojas.
(3) Es en ese movimiento que tomarían contacto pleno con la poesía del francés Arthur Rimbaud, hasta elevarlo a la categoría de icono, por sus ideas sobre la forma de hacer poesía, “mediante el desarreglo de los sentidos” que tanto pregonaba el autor de Une saison en enfer, y que Rojas siguió a cabalidad en todos sus poemas. “…pero somos precoces/ eso sí que somos, muy precoces/ más Rimbaud a nuestra edad, ¿más?...” escribiría Rojas en el poema Rimbaud a manera de Homenaje. Y si se trata de homenajes, Rojas fue el que de algún modo tuvo su parnaso propio, plasmados en sus poemas, comenzando por su amado Vallejo, pasando por Huidobro, Hölderlin, Darío, Pound, Celan, éste último, con muchas afinidades al poeta chileno, al extremo de muchos lo comparan con el autor de Grill der Rede, quién escribió poemas tan lacerantes como frágiles. Caso aparte es la influencia decisiva del vate peruano Cesar Vallejo en la poética rojasiana, además de ser su “referente inmediato” como diría Marcelo Coddou, en varios niveles muy notorios como “obsesiones recurrentes, singularidades expresivas, la concepción misma de poetizar en direcciones varias”.
Porque hay algo en Vallejo lo que inquieta al chileno y lo resume en el poema Por vallejo: “ninguno fue tan hondo por la médulas vivas del origen/ ni nos habló en la música que decimos América/ porque éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura/ cuando nos vio la suerte debajo de las olas/ en la vacío de la mano”.
Porque Gonzalo Rojas, ha fascinado desde la publicación de su primer poemario, La miseria del hombre (1948), por la total desnudez que en sus poemas refleja, eso de lo que se refería Eduardo Anguita en cuanto al estilo del objeto y su semejanza con el hombre, y lo que para Enrique Lihn, quien dijo a raíz de la publicación de dicho poemario, fue una “explosión poética que no tuvo entonces, ni tiene ahora, un correlato crítico suficiente, una respuesta que asumiera ese desafío”, y que es ahí donde se notaba la ruptura de la realidad a la par de la ruptura con el lenguaje y, sin exagerar, con la tradición. “Acabo de publicar La miseria del hombre pero en realidad sé muy poco de la poesía” decía el poeta quién contaba con 31 años cuando publicó su primer trabajo; y tendrían que transcurrir dieciséis años más para que se animara a publicar su segundo poemario, Contra la muerte (1964), acaso su trabajo más importante, y que lo posteriores seguirían esa línea; “un libro ejemplar, hondo, lúcido (donde) huye del lenguaje enigmático (…) de las simulaciones de profundidad”, dice Alonso Calderón.
Y es que cada poema que leemos de este libro, es una lucha constante contra presencia insólita de la muerte, por lo demás improductiva; como irse agotando, dejándose caer en fragmentos; “me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa. / No quiero ver ¡No puedo! ver morir a los hombres cada día. / Prefiero ser de piedra, estar oscuro, / a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír/ a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio”.
El proceso la publicación de los poemarios son en realidad, procesos largos, en donde el autor asume su batalla con el lenguaje, de un periodo en donde se despoja de todo lo inútil y que no distraiga la atención del lector, de ponerlo en un estado de tensión completa, no dejándolo respirar hasta que el poeta lo desee, aunque tenga que modificar sus poemas y proporcionarle otros tonos, otros ritmos, para cumplir con su cometido, incluso dentro del mismo poema, por ello se explica las tantas versiones de un solo poema, siendo así registro de sus cambios de ánimo y actitud frente a un mundo también cambiante.
Otro de los puntos calves de su vida, y que se refleja en su poesía, es su condición de exiliado, que es un “duro oficio del exilio” en palabras del poeta turco Nazim Hikmet; “oficio” que optaría cuando el golpe militar de 1973, bajo el mando del general Pinochet, lo sorprendió, cuando entonces ejercía como encargado de negocios en La Habana. Rojas no tuvo más opción que abandonar la patria de Lezama Lima, pese a ello, Rojas, suelto de huesos dijo: “no sufrí en el exilio”, porque de alguna manera ya estaba viviendo su exilio dentro de su patria, que para él fue una especia de “intraexilio”.
De esa experiencia vivida en todos esos años de largo silencio, escribió Transtierro (1979), termino, en realidad, acuñado por el filósofo español José Gaos, como sinónimo de “transplante humano”, del cambio natural de una tierra a otra. “miro el aire en el aire, pasarán/ estos años cuántos de viento sucio/ debajo del párpado cuántos del exilio, / comeré tierra/ de la tierra bajo las tablas/ del cementerio, me haré ojo, / oleaje me haré”.
Gonzalo Rojas cumplirá 91 años, sigue escribiendo y sigue viviendo en esa patria libre que es la poesía; este año estuvo presente en la XIII Feria Internacional del Libro de Lima para reencontrarse con sus incondicionales seguidores peruanos. Entre sus principales poemarios, además de los señalados, se encuentran: Oscuro (1977), El alumbrado (1986), Materia de testamento (publicado en 1988, de gran circulación en América Latina, España y Estados Unidos), Río turbio (1996), Del ocio sagrado (2002), Las silabas (2006) y Del agua, que publicó el año anterior. Por todo eso, es incalculable la gran influencia que sigue ejerciendo el poeta en los jóvenes poetas, porque también sigue más vigente que nunca, porque su palabra sigue viva, y aún no concluye. Como parafraseando uno de sus versos podemos decir que “ya todo estaba escrito cuando Gonzalo Rojas dijo: todavía”.