Cuando el apocalypsis es poesía



Dato:
Dorada Apocalypsis,
Domingo de Ramos.
Tranvía editores,
Lima, 2009


Sin lugar a dudas, la poesía de Domingo de Ramos (Ica, 1960), es una de las más emblemáticas dentro del contexto de los años 80, por la propuesta de un lenguaje, que profanaba la tradicional forma de componer un poema, así como también la actitud confrontacional que tomó por esos años cuando pertenecía al entonces polémico movimiento Kloaka.
Dentro de sus más importantes producciones poéticas se encuentran, “Pastor de perros” (1993), “Luna Serrada” (1995), “Osmosis” (1996) con el que ganó el premio COPE de poesía, “Las cenizas de Altamira” (1999, vuelto a aparecer este año) y Erótika de Klase (2003) que obtuvo el Premio de poesía erótica “Oquendo de Amat” del Centro Cultural de España.
Esta vez, la poesía de Ramos ha evolucionado notablemente con “Dorada Apocalipsis”, donde construye una compleja red de voces que se entrecruzan, produciendo todo un entramado polifónico, donde lo sublime y lo escatológico hacen una suerte de simbiosis en pro de penetrar en la interior de sus personajes, que parecen ser producto de migraciones de todo tipo, y por ende de desarraigos psicológicos y/o sociales.
Y es que el móvil, de “Dorada Apocalypsis” son sus propios personajes, que van desfilando por nuestro sentidos, todos con un denominador común: que son de alguna forma marginales, fuera de toda institución oficial, y que conciente o inconcientemente establecen una conexión con la mentada “brutal decadencia” a la que muchas veces hace referencia el poeta iqueño.
Sus versos son tan extensos, que parecen nunca tener fin, a la manera de Enrique Lihn, y que mantienen el bemol, así sea para presentar situaciones tensas; no por algo diría que es “un lírico con aliento de novelista”, ya que en sus poemas se entretejen historias inacabadas, fragmentadas, de personajes como el destructor de bellezas, (Clímaco); el icono chichero (Chacalón), así como gansters y condesas, entre otras rarezas.
“Dorada Apocalypsis” es quizá parte de aquella transición, como lo fue “Cenizas de Altamira” – empero que no pierden el rumbo –, para apuntar a uno de los libros medulares en la poética ramosniana desde que inició su carrera literaria: las migraciones humanas. “este sería mi libro utópico y bello; y éste es el comienzo sin tener final” escribió en la contraportada de “Cenizas de Altamira”.
Por la senda del antihéroe




Tiene la traza de un rockero de los años 80’ y la verbosidad de un anarquista; él es Willy del Pozo o Karl Oharak (su alter ego), además de poeta marginal, es un caza talentos (o sea editor), fundador del sello editorial Altazor; esta vez se adentró a los dominios de la crónica con la publicación de “El sendero luminoso del placer”, presentado en la Universidad Continental, la semana pasada.


Entre tus publicaciones tienes más libros de poesía ¿cómo fue tu experiencia al escribir crónicas?
Las anécdotas de mi vida las fui contando en tertulias literarias de amiguetes durante mi permanencia en España cuando era estudiante universitario. Con el paso del tiempo a pedido de Jaime Quispe, un amigo periodista, las fui reuniendo y formé este volumen. Me he divertido muchísimo al releerlas más incluso que al escribirlas, y hacerlo fue un acto de desfogue, de necesidad fisiológica, pues la mayoría de ellas fue escrita de un tirón.


¿No te parece que el título de tu libro es bastante provocador?
Parece provocador e insinuante, y puede dar una concepción equivocada del contenido del libro, pero el lector descubrirá que en realidad se trata de recrear o buscar esa luz, “iluminar” el camino por el cual el protagonista discurre su existir. Y a la vez se puede concebir que cada uno de nosotros hacemos ese ejercicio de autoreflexión, que no es más que una suerte de búsqueda, una experiencia de la cual se aprende a reír, a burlarse y a mostrar la cara más descarada y desenfadada de sí mismo, a revelar los defectos con orgullo, al igual que las situaciones adversas en la vida donde se ha terminado siendo el perdedor; pero siempre orgulloso de serlo.


En tu libro se siente una marcada influencia por Ray Lóriga, lo leíste cuando estuviste en España?
Mi primer acercamiento a la literatura de Ray fue en el año 1994 cuando leí su novela “Héroes”. Lo hice después de escuchar una entrevista a José Ángel Mañas cuando su libro “Historias del Kronen” quedó finalista del Premio Nadal, entonces él comandaba a la Generación X española. Ángel Mañas mencionó a Lóriga y me interesé por sus primeros libros, los leí todos hasta “Caídos del cielo”, pero después le perdí la pista; sin embargo, no creo que exista una influencia suya conciente en mi obra, aunque quizá en el desparpajo y el descaro, en nada más.


El haber editado el libro basado en el concurso de cuentos de “Solo4”, ¿qué opinión te merece la narrativa de aquí?
He tenido la oportunidad de conocer y leer a escritores de esta región, como por ejemplo a Edgardo Rivera Martínez, Sandro Bossio, entre otros, en los que se cuenta la siempre entusiasta y muy inventiva nueva generación de narradores que se incluyó en tal antología que mencionas. En mi caso como editor siempre estoy a la caza de nuevos talentos de las letras peruanas, pues hemos editado Bibliotecas regionales de diferentes lugares del Perú, se ha trabajado con autores de Ayacucho, Ancash, El Callao, Cajamarca, cada una compuesta de 20 títulos innovadores. Existe ya un compromiso con el Centro Cultural de la Universidad Continental para la edición de una antología de jóvenes narradores de la zona.


El protagonista de tus crónicas se pasea sin ningún problema tanto en Ayacucho como en España, entre dos culturas, ¿cómo concibes la identidad dentro esos contextos?
Recuerdo una anécdota que me pasó en España. En la Universidad de Cádiz era conocido como un cholo “comunista”, todos decían que mi pensamiento estaba profundamente influenciado por las consignas del Ché Guevara, tomadas al pie de la letra de su diario de Bolivia, sin embargo, en la misma España, en la Asociación Cultural de El Puerto, me tildaban de ser un capitalista consumado, incluso y por otras razones ser casi un seudo nazi; pero yendo a los terrenos de la absoluta confidencia, en realidad me he casado con el bien y el mal, con la mendicidad y con la solvencia, con Europa y Latinoamérica, con España, Inglaterra, Brasil y nuestro Perú, por lo que soy un verdadero terrícola, mi país y mi identidad definitivamente es terrenal y más carnal y viceversa.