“Rima Coyllur” y la nueva expresión del arte joven

Cuando los muros hablan





Cuenta la historia que hace un año, unos cinco muchachos, apostados en la ciudad de Huancayo, deambulando por sus angostas calles, que cada vez más se van asemejando al centro de Lima, una vez vieron cómo un extenso muro de la antigua Estación de Ferrocarril, en la avenida Giráldes, se iba deteriorando poco a poco, además de que lo iban destruyendo, con el pretexto de dar paso al ansiado “desarrollo comercial” que todo lo devora; no obstante ellos se sintieron muy indignados, “¿Porqué? Si es un simple muro”, preguntaba algún despistado; lo que pasa es que en este muro estaba plasmado prácticamente toda la vida de un pueblo desde sus inicios hasta mostrarnos una visión futurista de lo que seríamos a aquí a unos siglos. El autor de tal hazaña: Josué Sánchez. El de los murales de Santa Rosa de Ocopa y de San Jerónimo de Tunán.
¿Y quienes eran aquellos chicos, de mirada indignada, y la vez desafiante cada vez que el mural de señor Sánchez iba siendo, además, cubierto con pintas de mal gusto hecho con algún sprice barato y también de avisos de fiestas chicha de los que se realizan en Manufacturas del Centro? Sus nombres: Alan Espinoza Astete, Rafael Gabriel Vasquez Ninahuaman, José Carlos Pacheco Peña, Luís Armando Brañes Huaman y Leo Landeo Mendoza; todos ellos no pasan de los veinticinco años; tres de ellos estudiantes del Instituto Continental en la Carrera de Diseño Gráfico.
Hace un año se juntaron para formar el colectivo “Rima Coyllur” que en castellano significa “Habla lunar”, nombre muy sugerente, pero que a la vez nos dice de sus estilos que chocan con el surrealismo pero acercados a una intensa búsqueda de su identidad, expresados en diversas expresiones artísticas, entre ellos, el arte plástico, sobre todo en lo que ellos llaman “Graffo –murales” que no es más una forma más elaborada de hacer graffitis en los muros, así sea de barro o de ladrillo, empleando, además del convencional sprice, el acrílico, esmalte, o algún elemento que pinte y que sea al alcance de sus bolsillos, ya que carecen de todo tipo de apoyo.
“El graffiti es un libro urbano” nos dice Rafael con la mirada puesta en una de sus creaciones, ubicado entre los jirones Conquistadores y Chavín en el distrito de El Tambo, y que hoy por hoy se ha convertido en una suerte de galería a la intemperie donde se puede apreciar a un gran ser amorfo, que pide a gritos ¡Cultura!, así como también un enorme ojo que todo lo mira, rodeado de algunos elementos de la naturaleza, como si reclamara que le prestemos más atención a la naturaleza que cada vez se va contaminando; otro de los dibujos que nos roban la mirada es un gran león que sostiene una bandera Etiope, que es la fuerte influencia que está teniendo la cultura rastafari en esta parte del país.
¿Por qué el muro y no el lienzo? Preguntamos, “porque el lienzo es muy restringido, y además porque nuestro arte es para el pueblo, y no para círculos cerrados” nos dice Luís con total firmeza, y nos hace pensar que lo que vemos en frente nuestro, efectivamente, es la nueva expresión de lo que hacen los jóvenes en una ciudad como la nuestra, al igual que otras ciudades como Lima, donde anualmente, gracias al Centro Cultural de España, se organiza un concurso de graffitis, y donde hay una fuerte corriente de expresión con grupos como DMJC (Dedos Manchados en la Jungla de Cemento) y “Callao Cartel” entre los más conocidos, y que han hecho de las barriadas de la vieja Lima, un lugar de reflexión a cada paso que damos; “mostramos lo que sentimos y lo que hay en Huancayo, además damos un mensaje de paz, contra la drogadicción, el pandillaje” nos dice Alan, con cierta esperanza que lo que están haciendo pueda ayudar a ver de distinta forma nuestro mundo.