Garciarosales y el dialogo entre los temblores




El cuervo blanco, Gerardo García Rosales, Silbaviento editores, Huancayo, 2009
Elius, Gerardo García Rosales, Silbaviento editores, Huancayo, 2009


Siempre que aparece el libro de un escritor local es una buena noticia, y sobre todo cuando se trata de un libro de poemas, en una región que en estos tiempos está en una franca escasez de voces líricas que den cuenta de nuestra situación, y aún más que sus creaciones sean publicadas; a esta buena noticia le agregamos el nombre del reconocido poeta que acaba de publicar dos poemarios de un solo respiro, como si acabase por fin lo que, hace casi tres décadas, inició, y como si ambos poemarios se entregaran a una suerte de juego de espejos, de intertextualidades más o menos logradas.
Olvidémonos de los enigmas, que por supuesto rodea a la poesía por naturaleza, y presentemos al poeta: se trata de Gerardo Garcíarosales (Jauja, 1944) autor del logrado “Aquel hombre Xauxa”, y también presentemos a los poemarios en cuestión: “Elius” y “El cuervo blanco”, si bien el segundo ya fue publicado en 1984, el poeta lo ha vuelto a corregir después de veinte años, que de algún modo sería una suerte de reescritura, en tanto que el primero ya fue publicado en la revista “Caballo de fuego” hace seis años, asimismo con este poemario obtendría el primer premio de poesía en los XLV Juegos Florales de la UNCP.
La primera lectura de “El cuervo blanco” nos convoca, por un lado, con sutil ironía, como espectadores pasivos de los profundos cambios que se ha gestado en una ciudad como Lima, pudo ser otra, con su poderosa atracción como urbe que está bajo la sombra de la globalización, con sus códigos compartidos, sus neurosis; por otra lado, se halla, recóndita, pero aún conservando su frescura, los elementos que hacen más vivos la tradición, como todo lo que compone el paisaje, y los efectos que estos producen en el hombre que vuelve a la tierra para tomar el aire necesario para seguir conviviendo entre el caos y la rutina. (“luego, en un santiamén, la costa se haría irrespirable, los farallones salados de la oreada geografía/ sucumbirían a los tentáculos pegajosos de la miseria”).
Mientras que en “Elius”, va más allá de señalar las cosas “efímeras”, ya que su lectura, busca poner en cuestión, nuestro sistema mismo de vida, de quienes nos dominan, y lo que ha quedado del ser que antes habitaba en nosotros, que al parecer ya no queda nada, y la tierra “baldía” en el que habitamos en completo desarraigo; aquí la voz del un yo poético, comparte su visión con “Elius”, que no es más el escritor Eleodoro Vargas Vicuña, en un dialogo que nos parece eterno, donde se habla de todo, son como voces de nuestra propia conciencia (“nos devolvieron por fin Elius, estas pequeñas parcelas que siempre fueron nuestras,/ sus orillas agotadas,/ sus enredadas titulaciones,/los esqueléticos tejados que nos cobijaron;/ solo que ahora, por arte de magia, ya no existen”).
En definitiva, “Elius” y “El cuervo blanco”, publicados en una preciosa edición de cara y cruz, son libros que merecen una relectura constante, para desentrañar sus propósitos con el lector; además, que dan una vuelta de tuerca en la obra poética del autor jaujino que, sin duda, su reaparición siempre va a ser una muy buena noticia en nuestra región.
CUATROS ESCRITORES, CUATRO VERSIONES DE UNA TIERRA



Hace un par de años, de forma inusitada, la región Junín se ha ido consolidando como un espacio apto para el desarrollo de la narrativa, y sobre todo para la gestación de varios escritores, con un estilo en vías de maduración, con notorias diferencias, entre ellos podemos mencionar a cuatro narradores en especial: Sandro Bossio Suárez, Alberto Chavarría Muñoz, Ernesto Ramos Berrospi y José Oregón Morales. Cuatro formas de escribir, cuadro visiones distintas de sentir nuestra tierra.


ESPACIOS DE REENCUENTROS

Mi trabajo como periodista cultural en esta parte del país, me ha hecho un espectador privilegiado de los cambios profundos que está atravesando nuestra literatura, esto se debe tal vez por los cambios que una región como la nuestra vive actualmente, sobre todo Huancayo; así mismo me permitió tratar personalmente con los que, hoy por hoy, pueden ser los “nuevos” escritores, fundacionales de una nueva literatura, estancada por décadas, donde solíamos leer a unos cuantos escritores con novelas que nos daban la sensación de que seguíamos estando en los años 40’, inmersos dentro de corrientes desgastadas, pensamientos estáticos, y aspiraciones que no tendrían sentido alguno en nuestros tiempos, salvo honrosas excepciones como Julio César Alfaro Gilvonio (1939-2003), con una obra aún en proceso de maduración, pero que ya se podía predecir su calidad de un narrador nato, otorgándole una nueva visión de nuestra ciudad; lamentablemente el autor de “Prestadito nomás” nos abandonó prematuramente.
Después de él tuvieron que pasar un par de décadas para que surja, nuestra generación los pedía a gritos, un grupo de narradores que nos propongan estilos diversos, acorde a los cambios turbulentos de las estructuras sociales y de pensamiento que en el mundo se estaba erigiendo, sin dejar de lado nuestra propia realidad tan compleja culturalmente hablando; sé que nombrar a solamente cuatro escritores, es arbitrario y es, además, ponerles una carga pesada en sus espaldas, aun sería un delito resumir la amplia gama de voces que exigen reconocimiento, de ser tomados en cuenta, por su innegable aporte hacia esta nueva generación; nadie cuestiona eso, pero es también justificable que, por la edad que frisan, y la coincidencia de sus publicaciones, podemos trazar sucintamente un mapa que nos ubique dentro del contexto actual, como proyección para la valoración de sus respectivas propuestas y, asimismo, sus preocupaciones actuales.

OREGÓN MORALES: DE LA BUENA TIERRA A LA MALA CIUDAD

La obra publicada por el escritor y folclorólogo José Oregón Morales (Tayacaja, 1949), si bien no es numerosa, comprende dos libros de cuentos, otro de drama y una novela, podemos considerarla inmersa dentro del llamado neo-indigenismo, que es una suerte de versión repotenciada del indigenismo de los años 30’ del siglo pasado. Su novela corta, “La casita del cedrón” (edición del autor, 2008), recientemente publicada, se compone de elementos ficticios y reales, la vida de su madre Carmen Morales Lazo, en el contexto del pueblo de Huancavelica, aún cuando era un espacio rural, y el contacto con los nuevos fenómenos sociales como la gestación de un grupo subversivo que provocaría la desarticulación de nuestra sociedad y obligaría a la gente a realizar un éxodo feroz hacia ciudades más o menos avanzadas, como Huancayo. No obstante, esa visión que el escritor huancavelicano muestra de esta ciudad, se compone de recuerdos vagos, donde se entronca aún con las costumbres adquiridas del pueblo de donde provinieron, y quienes chocan con gentes cuyo pragmatismo se revelan como aspectos propios de una urbe.

RAMOS BERROSPI: REZAGOS DE UN PAÍS FRAGMENTADO

Desde que inició su carrera literaria con “Cuentos amargos” en 1990, el escritor Ernesto Ramos Berrospi (Huancayo, 1955) tenía claro el panorama de lo que sería una constante en sus posteriores libros: la ciudad como universo cerrado y sus diversos problemas. Si bien su primer libro fue de cuentos, los demás son novelas, con algún éxito cosechado, como lo es con “Ilusiones perdidas” (Circe editores, 1994), la más ambiciosa que haya concebido, y la más compleja entre todas sus novelas, en ella nos sumergimos en el contexto del Perú de la década de los ochenta, en un periodo donde la ideología más recalcitrante hace eco en seres dogmatizados y engañados por un mundo mejor a través de las armas. En ese sentido el ambiente que el autor establece es existencial, como al de todas sus narraciones, incluso el de su última novela corta Brunella (san marcos, 2007), que es una remake de su cuento “Aurelia”. Es acaso que es este escritor en especial donde sentimos la influencia del escritor César Alfaro Gilvonio.

CHAVARRÍA MUÑOZ: LAS CIUDADES FANTASMAS

Acaso el más radical de los cuatro, el escritor Alberto Chavarría Muñoz (Tayacaja 1959) ha fundado su literatura en aspectos como, el realismo sucio norteamericano, lo urbano como categoría social y las excentricidades de sus personajes cosmopolitas; de la combinación de todos estos elementos han salido dos libros publicados el mismo año, – 2008-, una de cuentos, “La lluvia y el río” (Edición del autor) y una novela corta “La ninfa del Jericó 941” (San Marcos), esta última, resume quizá mejor su estilo, posiblemente entroncado dentro del postmodernismo; vale decir, con un discurso fragmentado, influencias de géneros extra-literarios, personajes marginales, con códigos lingüísticos universales, entre otros. En sus historias, el autor huancavelicano muestra la cara más retorcida de una ciudad como Huancayo: desordenada, caótica, escatológica con seres oscuros, perdidos en su levedad. Es uno de los escritores que más ha experimentado con las técnicas a favor de su narrativa, como carta de presentación.

BOSSIO SUÁREZ: UN MUNDO REALIZADO

El recorrido literario que ha realizado el escritor Sandro Bossio Suárez (Huancayo, 1970), ha sido con cierta cautela, moderado en su forma de escribir, con una obsesiva búsqueda de la perfección; quizá por eso se explica que tardó seis años en publicar su segundo libro, “Crónica de amores furtivos” (San Marcos, 2008), después de haber publicado su exitosa novela corta “El llanto en las tinieblas” (Premio de Novela Corta del Banco Central de Reserva en el 2002), donde abogaba por una literatura de corte histórico, muy de moda por esos años en Latinoamérica y España; siendo diestro en el manejo de los datos históricos aplicados a su narrativa que lo consagró como un escritor fundamental en estos momentos, y que la publicación de su libro de cuentos no hizo más que justificar lo que había hecho en su novela: lenguaje depurado, envolvente propia de la época y el contexto al cual la historia se va desarrollando; el manejo medido de los tiempos; la capacidad de fabular historias con técnicas modernas. Asimismo parte de las virtudes de Bossio Suárez es la capacidad de congeniar con todo tipo de género literario, ya sea el policial, costumbrista, fantástico y sobre todo de “época”, como en el caso de “Concilio mayor” que es una suerte de nouvelle incluido en su último libro, donde reconstruye la cuidad de Huancayo del siglo XVII, donde vivían dominicos en un monasterio que talvez existió. “Quisiera hacer una versión libre de la historia a través de la literatura” diría en una entrevista.

CODA

Como hemos podido comprobar en este breve ensayo, los cuatro escritores mencionados, proponen cuatro versiones distintas de la literatura, y la ciudad que nos abarca, unos más maduros que otros, otros emprendiendo un camino de intensa búsqueda de sus campos de trabajo en su narrativa; en cierto modo se complementan, y hace más rica nuestra literatura; pero esto no quiere decir que nos ajustamos a lo que han escrito estos cuatro hombres de letras; al contrario la literatura de Junín en estos últimos años nos están dando muestras de nuevas voces como Consuelo Arriola Jorge, Augusto Effio Ordoñez, Raúl Tenicela Baldoceda, entre otros. La narrativa de Junín está renaciendo, sólo le falta a la poesía hacer lo mismo.
Onetti y Vargas Llosa
Entre los senderos de la ficción y la realidad





El año pasado el reconocido escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) publicó “El viaje a la ficción, el mundo de Juan Carlos Onetti” (Alfaguara), donde analizaba la obra de uno de los iniciadores de la narrativa moderna en Latinoamérica. Asimismo este libro no hacía más que certificar la gran admiración que sentía el escritor peruano por el autor de “La vida breve”.

Cuenta la leyenda, que en una conversación improvisada, sucedida en San Francisco (EE.UU.), entre Vargas LLosa y Onetti, el autor de “Conversación en La Catedral” le recriminaba su manera de anárquica de trabajar sus escritos, a lo que el escritor uruguayo le respondió: “mira Mario, lo que pasa, es que tú con la literatura tienes una relación conyugal, tienes que cumplirle de tal hora a tal hora, y para mí es una relación con una amante, cuando tengo deseos de escribir, entonces escribo”.
Esta anécdota graficaba muy bien el carácter arrebatado de Onetti al momento de escribir, en comparación de Vargas Llosa a quien, como fiel discípulo de Flaubert, se le conoce su obsesiva disciplina al momento de trabajar sus novelas, y esto se traduce en sus escritos, para bien de la búsqueda de un equilibrio y un orden en su mundo ficticio porque “me da como una confianza y una seguridad que la vida no me da” dijo alguna vez MVLL, coincidiendo con lo que decía Vila-Matas que “escribir es corregir la vida”.
En cambio el estilo de Onetti, refleja un mundo donde muestra la condición humana y lo más retorcido de su naturaleza, cuya retórica, señala MVLL “diluye lo contado y da un aire artificial, enrarecido e inasible a unos hechos que cuesta trabajo detectar esas madejas de imágenes, reflexiones, repeticiones incesantes en las que el narrador parece extraviarse, olvidado de lo que contaba”, es decir, su lenguaje es funcional, puesto al servicio de la historia, donde nos es complicado diferenciar entre la realidad y la ficción.
Es quizá, esas dos intrincadas divergencias, lo que tanto han atraído al autor de “La ciudad de los perros” de la narrativa del Uruguayo, premio Cervantes en 1980, y la manera de cómo éste hace de sus historias una especie de tratado de la “metaficción”, vale anotar que lo que cuenta no es más que el proceso de cómo una historia se va gestando con sus aciertos y desaciertos, como en “La vida breve” Juan María Brausen, crea Santa Maria, una ciudad imaginaria (no Onetti), o en “Un sueño realizado”, donde unos actores recrean el sueño de una mujer que finalmente muere.
No es la primera vez que Mario Vargas Llosa se ocupa ampliamente de un escritor; como se sabe, lo hizo con García Márquez (“García Márquez, historia de un deicidio”), Gustav Flaubert (La orgía perpetua: Flaubert y «Madame Bovary») y Víctor Hugo (La tentación de lo imposible), no obstante, es en “La verdad de las mentiras” (1990), donde en el prólogo realiza un acercamiento concienzudo sobre su experiencia con la ficción, donde sostiene que es “un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo.”
De ahí que los personajes de Mario Vargas Llosa están orientados hacia la búsqueda alguna utopía (Paúl Gauguin y Flora Tristán en “El Paraíso en la otra esquina”), así sea amparándose en personajes mesiánicos (los canudos ponen toda su fe en el Consejero en “La guerra del fin del mundo”), todas estas ficciones, dice MVLL, con el fin de estimular el deseo de libertad. En cambio, en las ficciones del escritor uruguayo, fallecido en 1994, sus personajes huyen de la realidad, pero no menos peores que ésta, porque no les queda otra opción frente una vida sin aristas, chata en expectativas de un cambio que los saque de su pesimismo que finalmente los arroja hacia el fatalismo más crudo.
Pese a todas estas marcadas diferencias entre ambos escritores, también queda espacio para señalar algunos puntos coincidentes, como la admiración que ambos tuvieron por el escritor norteamericano William Faulkner (acaso uno más que otro), el manejo diestro de las más sofisticadas técnicas narrativas, y por último ambos fueron los iniciadores de la narrativa urbana en sus respectivos países, cuando todavía predominaba las literaturas decimonónicas y de cortes costumbristas.

Lo que MVLL dijo de Onetti
“Onetti fue el primer novelista de lengua española moderno, el primero en romper con las técnicas ya agotadas del realismo naturalista, con su estilo sentimental, amanerado y lleno de resabios románticos y truculentos, el primero en utilizar un lenguaje propio, elaborado a partir del habla de la calle, un lenguaje actual y funcional, que no creaba esas cesuras típicas de la literatura costumbrista entre vida espontánea y estilo ampuloso y libresco, que construía sus historias utilizando técnicas de vanguardia como el monólogo interior, las mudas de narrador, los juegos con el tiempo.”
Las tonadas de Don Aurelio Beltrán



“Valle de ilusiones, vida artístico musical del compositor Aurelio Paulino Beltrán Chamorro (1894 – 1978)”; William Ulises Beltrán Silva, edición del autor, Huancayo, 2008.

Es innegable que la zona central de país, sobre todo el valle del Mantaro, ha sido la cuna para el surgimiento de grandes hombres, con una enorme sensibilidad, expresada en la música, ya sea porque esta parte del país, fue dotado de un amplio repertorio de paisajes y de una rica tradición, arraigadas fuertemente a nuestro pasado.
Hombres como el recientemente fallecido Zenobio Dagha, quien para muchos modernizó el waylasrh, así como los músicos Sabino Blancas y Esteban Palacios, quienes hicieron lo propio con la jija, también no olvidemos a Blas Mosquera Chipana, Augusto Lizárraga, Pedro Macucachi, Tiburcio Mallaupoma, entre otros grandes propulsores de la música folclórica de nuestro valle, quienes abrieron una brecha entre lo que se conoce como lo antiguo y moderno con sus novedosos aportes.
Y si de innovaciones musicales se trata, es importante mencionar a don Aurelio Paulino Beltrán Chamorro (Masma, 1894 – Huancayo, 1978), músico y compositor, quien dio variedad y forma, a lo que hoy por hoy se le conoce como el carnaval jaujino. Una vida dedicada a la difusión de la música andina, que fuera rescatado a manera de biografía, en “Valle de ilusiones” escrito por su nieto William Ulises Beltrán Silva (Huancayo, 1978), también músico y actualmente director la orquesta Super Sensación del Perú.
Este libro es un importante documento, que recoge desde los primeros años de la vida del compositor masmeño, fundador de la legendaria orquesta típica “La musa jaujina”; también este documento biográfico nos da pie a que nos enteremos de la evolución musical que por ese entonces se estaba gestando, de manos del autor del famoso huayno “Caminito de Huancayo” y “Entrada a Paca” que son parte de las más 200 composiciones entre mulizas, valses, marineras, carnavales, entre otros generos musicales, que escribió.
De ahí la importancia de “Valle de ilusiones” libro de corte biográfico, género raras veces cultivado en nuestro medio, dedicado a manera de homenaje a un compositor que dedicó toda su vida a la música, y sobre todo a que se preserve en la memoria colectiva de un pueblo, que seguramente lo recuerda cada vez que escucha una de las tantas inmortales composiciones que dio vida.
“Rima Coyllur” y la nueva expresión del arte joven

Cuando los muros hablan





Cuenta la historia que hace un año, unos cinco muchachos, apostados en la ciudad de Huancayo, deambulando por sus angostas calles, que cada vez más se van asemejando al centro de Lima, una vez vieron cómo un extenso muro de la antigua Estación de Ferrocarril, en la avenida Giráldes, se iba deteriorando poco a poco, además de que lo iban destruyendo, con el pretexto de dar paso al ansiado “desarrollo comercial” que todo lo devora; no obstante ellos se sintieron muy indignados, “¿Porqué? Si es un simple muro”, preguntaba algún despistado; lo que pasa es que en este muro estaba plasmado prácticamente toda la vida de un pueblo desde sus inicios hasta mostrarnos una visión futurista de lo que seríamos a aquí a unos siglos. El autor de tal hazaña: Josué Sánchez. El de los murales de Santa Rosa de Ocopa y de San Jerónimo de Tunán.
¿Y quienes eran aquellos chicos, de mirada indignada, y la vez desafiante cada vez que el mural de señor Sánchez iba siendo, además, cubierto con pintas de mal gusto hecho con algún sprice barato y también de avisos de fiestas chicha de los que se realizan en Manufacturas del Centro? Sus nombres: Alan Espinoza Astete, Rafael Gabriel Vasquez Ninahuaman, José Carlos Pacheco Peña, Luís Armando Brañes Huaman y Leo Landeo Mendoza; todos ellos no pasan de los veinticinco años; tres de ellos estudiantes del Instituto Continental en la Carrera de Diseño Gráfico.
Hace un año se juntaron para formar el colectivo “Rima Coyllur” que en castellano significa “Habla lunar”, nombre muy sugerente, pero que a la vez nos dice de sus estilos que chocan con el surrealismo pero acercados a una intensa búsqueda de su identidad, expresados en diversas expresiones artísticas, entre ellos, el arte plástico, sobre todo en lo que ellos llaman “Graffo –murales” que no es más una forma más elaborada de hacer graffitis en los muros, así sea de barro o de ladrillo, empleando, además del convencional sprice, el acrílico, esmalte, o algún elemento que pinte y que sea al alcance de sus bolsillos, ya que carecen de todo tipo de apoyo.
“El graffiti es un libro urbano” nos dice Rafael con la mirada puesta en una de sus creaciones, ubicado entre los jirones Conquistadores y Chavín en el distrito de El Tambo, y que hoy por hoy se ha convertido en una suerte de galería a la intemperie donde se puede apreciar a un gran ser amorfo, que pide a gritos ¡Cultura!, así como también un enorme ojo que todo lo mira, rodeado de algunos elementos de la naturaleza, como si reclamara que le prestemos más atención a la naturaleza que cada vez se va contaminando; otro de los dibujos que nos roban la mirada es un gran león que sostiene una bandera Etiope, que es la fuerte influencia que está teniendo la cultura rastafari en esta parte del país.
¿Por qué el muro y no el lienzo? Preguntamos, “porque el lienzo es muy restringido, y además porque nuestro arte es para el pueblo, y no para círculos cerrados” nos dice Luís con total firmeza, y nos hace pensar que lo que vemos en frente nuestro, efectivamente, es la nueva expresión de lo que hacen los jóvenes en una ciudad como la nuestra, al igual que otras ciudades como Lima, donde anualmente, gracias al Centro Cultural de España, se organiza un concurso de graffitis, y donde hay una fuerte corriente de expresión con grupos como DMJC (Dedos Manchados en la Jungla de Cemento) y “Callao Cartel” entre los más conocidos, y que han hecho de las barriadas de la vieja Lima, un lugar de reflexión a cada paso que damos; “mostramos lo que sentimos y lo que hay en Huancayo, además damos un mensaje de paz, contra la drogadicción, el pandillaje” nos dice Alan, con cierta esperanza que lo que están haciendo pueda ayudar a ver de distinta forma nuestro mundo.