Por la senda del antihéroe
Tiene la traza de un rockero de los años 80’ y la verbosidad de un anarquista; él es Willy del Pozo o Karl Oharak (su alter ego), además de poeta marginal, es un caza talentos (o sea editor), fundador del sello editorial Altazor; esta vez se adentró a los dominios de la crónica con la publicación de “El sendero luminoso del placer”, presentado en la Universidad Continental, la semana pasada.
Entre tus publicaciones tienes más libros de poesía ¿cómo fue tu experiencia al escribir crónicas?
Las anécdotas de mi vida las fui contando en tertulias literarias de amiguetes durante mi permanencia en España cuando era estudiante universitario. Con el paso del tiempo a pedido de Jaime Quispe, un amigo periodista, las fui reuniendo y formé este volumen. Me he divertido muchísimo al releerlas más incluso que al escribirlas, y hacerlo fue un acto de desfogue, de necesidad fisiológica, pues la mayoría de ellas fue escrita de un tirón.
¿No te parece que el título de tu libro es bastante provocador?
Parece provocador e insinuante, y puede dar una concepción equivocada del contenido del libro, pero el lector descubrirá que en realidad se trata de recrear o buscar esa luz, “iluminar” el camino por el cual el protagonista discurre su existir. Y a la vez se puede concebir que cada uno de nosotros hacemos ese ejercicio de autoreflexión, que no es más que una suerte de búsqueda, una experiencia de la cual se aprende a reír, a burlarse y a mostrar la cara más descarada y desenfadada de sí mismo, a revelar los defectos con orgullo, al igual que las situaciones adversas en la vida donde se ha terminado siendo el perdedor; pero siempre orgulloso de serlo.
En tu libro se siente una marcada influencia por Ray Lóriga, lo leíste cuando estuviste en España?
Mi primer acercamiento a la literatura de Ray fue en el año 1994 cuando leí su novela “Héroes”. Lo hice después de escuchar una entrevista a José Ángel Mañas cuando su libro “Historias del Kronen” quedó finalista del Premio Nadal, entonces él comandaba a la Generación X española. Ángel Mañas mencionó a Lóriga y me interesé por sus primeros libros, los leí todos hasta “Caídos del cielo”, pero después le perdí la pista; sin embargo, no creo que exista una influencia suya conciente en mi obra, aunque quizá en el desparpajo y el descaro, en nada más.
El haber editado el libro basado en el concurso de cuentos de “Solo4”, ¿qué opinión te merece la narrativa de aquí?
He tenido la oportunidad de conocer y leer a escritores de esta región, como por ejemplo a Edgardo Rivera Martínez, Sandro Bossio, entre otros, en los que se cuenta la siempre entusiasta y muy inventiva nueva generación de narradores que se incluyó en tal antología que mencionas. En mi caso como editor siempre estoy a la caza de nuevos talentos de las letras peruanas, pues hemos editado Bibliotecas regionales de diferentes lugares del Perú, se ha trabajado con autores de Ayacucho, Ancash, El Callao, Cajamarca, cada una compuesta de 20 títulos innovadores. Existe ya un compromiso con el Centro Cultural de la Universidad Continental para la edición de una antología de jóvenes narradores de la zona.
El protagonista de tus crónicas se pasea sin ningún problema tanto en Ayacucho como en España, entre dos culturas, ¿cómo concibes la identidad dentro esos contextos?
Recuerdo una anécdota que me pasó en España. En la Universidad de Cádiz era conocido como un cholo “comunista”, todos decían que mi pensamiento estaba profundamente influenciado por las consignas del Ché Guevara, tomadas al pie de la letra de su diario de Bolivia, sin embargo, en la misma España, en la Asociación Cultural de El Puerto, me tildaban de ser un capitalista consumado, incluso y por otras razones ser casi un seudo nazi; pero yendo a los terrenos de la absoluta confidencia, en realidad me he casado con el bien y el mal, con la mendicidad y con la solvencia, con Europa y Latinoamérica, con España, Inglaterra, Brasil y nuestro Perú, por lo que soy un verdadero terrícola, mi país y mi identidad definitivamente es terrenal y más carnal y viceversa.