El sueño de Onetti
A 70 años de la publicación de “El pozo”
No fue nada gratuito, cuando en 1967, el entonces joven escritor Mario Vargas Llosa, perspicaz lector, advirtió que la publicación de “El pozo” de Juan Carlos Onetti marcaba el “inicio de la novela creativa en América Latina”, y estaba en lo cierto, porque hasta ese momento, al menos dentro de la zona del río de la Plata no habían novelas con la sagacidad argumental y el desafío mismo que el texto proponía al lector.
Para entonces Onetti, tenía 29 años, y se dice que había escrito una novela a mediados de los años treinta, “Tiempo de abrazar”, pero que en uno de sus frecuentes viajes hacía Buenos Aires se le extravío; por eso tuvieron que pasar más cuarenta años para ser publicado, pero en una edición incompleta. Así es que podemos decir que con la nouvelle “El pozo” Onetti inicia una espléndida carrera novelística.
Las condiciones de cómo fue escrita, no fueron menos anecdóticas: el mismo Onetti cuenta en una de sus últimas entrevistas, que por aquel entonces, en Uruguay había una feroz dictadura, que no tuvo mejor idea que prohibir la venta de cigarrillos los sábados y domingos, por lo que los “viciosos” hacían su stock los viernes, pero Onetti se olvidó comprarlos, así que pasó dos días sin fumar ningún pucho, esto le trajo un humor de los mil demonios, ante esto no hizo sino otra cosa que tomar la maquina de escribir y empezar a redactar un pequeño texto de noventa y nueve páginas, esa era la primera versión de “El pozo”.
Ya en este texto, podemos advertir los elementos que constituyen la poética onettiniana, el universo que en cada novela se va nutriendo y forjando una poderosa narrativa, entre ellos y como eje fundamental está el “spleen”, término empleado por el poeta francés Charles Bauderlaire para referirse al tedio como una actitud, producto del “capitalismo avanzado” como sostiene el crítico Mario Fabían. Pues bien, ese tedio se apodera de Eladio Linacero, botado en su habitación, donde no tiene mejor forma de malgastar su tiempo que inventarse historias, recordarse de su vida pasada, soñar situaciones absurdas, y finalmente ponerse a escribir, lo que él llama su “Obra maestra”.
Y es que todas estas cosas, hace que Eladio no pierda el sentido de la vida, que no sea más vulgar de lo que ya es, sino con la mención conciente de que el soñar puede ayudarlo a escapar de su mediocre existencia. “si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque me da la gana simplemente”.
En esta persistencia de recrearse en sus sueños, hace que asistamos al salto de otros planos irreales, la lectura entonces se hace más compleja porque se entretejen situaciones inconexas, donde diversos personajes se pierden en sus propios mundos, todos bajo un ambiente cargado de pesimismo, desde la habitación de donde cuenta sus pericias hasta la cabaña donde se produce un fallido intento de violación.
La soltura y el dominio de la técnica, con que Onetti narra esta su primera novela, nos hace pensar en un diestro lector que sacó provecho de sus lecturas, además que es el primer intento de modular su ilimitada imaginación al servicio de las historias. A setenta años de su primera adición, artesanal, “El pozo” sigue siendo fuente de aprendizaje para los jóvenes escritores, quienes siempre buscan una forma insólita de narrar una historia.
Para entonces Onetti, tenía 29 años, y se dice que había escrito una novela a mediados de los años treinta, “Tiempo de abrazar”, pero que en uno de sus frecuentes viajes hacía Buenos Aires se le extravío; por eso tuvieron que pasar más cuarenta años para ser publicado, pero en una edición incompleta. Así es que podemos decir que con la nouvelle “El pozo” Onetti inicia una espléndida carrera novelística.
Las condiciones de cómo fue escrita, no fueron menos anecdóticas: el mismo Onetti cuenta en una de sus últimas entrevistas, que por aquel entonces, en Uruguay había una feroz dictadura, que no tuvo mejor idea que prohibir la venta de cigarrillos los sábados y domingos, por lo que los “viciosos” hacían su stock los viernes, pero Onetti se olvidó comprarlos, así que pasó dos días sin fumar ningún pucho, esto le trajo un humor de los mil demonios, ante esto no hizo sino otra cosa que tomar la maquina de escribir y empezar a redactar un pequeño texto de noventa y nueve páginas, esa era la primera versión de “El pozo”.
Ya en este texto, podemos advertir los elementos que constituyen la poética onettiniana, el universo que en cada novela se va nutriendo y forjando una poderosa narrativa, entre ellos y como eje fundamental está el “spleen”, término empleado por el poeta francés Charles Bauderlaire para referirse al tedio como una actitud, producto del “capitalismo avanzado” como sostiene el crítico Mario Fabían. Pues bien, ese tedio se apodera de Eladio Linacero, botado en su habitación, donde no tiene mejor forma de malgastar su tiempo que inventarse historias, recordarse de su vida pasada, soñar situaciones absurdas, y finalmente ponerse a escribir, lo que él llama su “Obra maestra”.
Y es que todas estas cosas, hace que Eladio no pierda el sentido de la vida, que no sea más vulgar de lo que ya es, sino con la mención conciente de que el soñar puede ayudarlo a escapar de su mediocre existencia. “si hoy quiero hablar de los sueños, no es porque no tenga otra cosa que contar. Es porque me da la gana simplemente”.
En esta persistencia de recrearse en sus sueños, hace que asistamos al salto de otros planos irreales, la lectura entonces se hace más compleja porque se entretejen situaciones inconexas, donde diversos personajes se pierden en sus propios mundos, todos bajo un ambiente cargado de pesimismo, desde la habitación de donde cuenta sus pericias hasta la cabaña donde se produce un fallido intento de violación.
La soltura y el dominio de la técnica, con que Onetti narra esta su primera novela, nos hace pensar en un diestro lector que sacó provecho de sus lecturas, además que es el primer intento de modular su ilimitada imaginación al servicio de las historias. A setenta años de su primera adición, artesanal, “El pozo” sigue siendo fuente de aprendizaje para los jóvenes escritores, quienes siempre buscan una forma insólita de narrar una historia.