Onetti y Vargas Llosa
Entre los senderos de la ficción y la realidad
El año pasado el reconocido escritor Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) publicó “El viaje a la ficción, el mundo de Juan Carlos Onetti” (Alfaguara), donde analizaba la obra de uno de los iniciadores de la narrativa moderna en Latinoamérica. Asimismo este libro no hacía más que certificar la gran admiración que sentía el escritor peruano por el autor de “La vida breve”.
Cuenta la leyenda, que en una conversación improvisada, sucedida en San Francisco (EE.UU.), entre Vargas LLosa y Onetti, el autor de “Conversación en La Catedral” le recriminaba su manera de anárquica de trabajar sus escritos, a lo que el escritor uruguayo le respondió: “mira Mario, lo que pasa, es que tú con la literatura tienes una relación conyugal, tienes que cumplirle de tal hora a tal hora, y para mí es una relación con una amante, cuando tengo deseos de escribir, entonces escribo”.
Esta anécdota graficaba muy bien el carácter arrebatado de Onetti al momento de escribir, en comparación de Vargas Llosa a quien, como fiel discípulo de Flaubert, se le conoce su obsesiva disciplina al momento de trabajar sus novelas, y esto se traduce en sus escritos, para bien de la búsqueda de un equilibrio y un orden en su mundo ficticio porque “me da como una confianza y una seguridad que la vida no me da” dijo alguna vez MVLL, coincidiendo con lo que decía Vila-Matas que “escribir es corregir la vida”.
En cambio el estilo de Onetti, refleja un mundo donde muestra la condición humana y lo más retorcido de su naturaleza, cuya retórica, señala MVLL “diluye lo contado y da un aire artificial, enrarecido e inasible a unos hechos que cuesta trabajo detectar esas madejas de imágenes, reflexiones, repeticiones incesantes en las que el narrador parece extraviarse, olvidado de lo que contaba”, es decir, su lenguaje es funcional, puesto al servicio de la historia, donde nos es complicado diferenciar entre la realidad y la ficción.
Es quizá, esas dos intrincadas divergencias, lo que tanto han atraído al autor de “La ciudad de los perros” de la narrativa del Uruguayo, premio Cervantes en 1980, y la manera de cómo éste hace de sus historias una especie de tratado de la “metaficción”, vale anotar que lo que cuenta no es más que el proceso de cómo una historia se va gestando con sus aciertos y desaciertos, como en “La vida breve” Juan María Brausen, crea Santa Maria, una ciudad imaginaria (no Onetti), o en “Un sueño realizado”, donde unos actores recrean el sueño de una mujer que finalmente muere.
No es la primera vez que Mario Vargas Llosa se ocupa ampliamente de un escritor; como se sabe, lo hizo con García Márquez (“García Márquez, historia de un deicidio”), Gustav Flaubert (La orgía perpetua: Flaubert y «Madame Bovary») y Víctor Hugo (La tentación de lo imposible), no obstante, es en “La verdad de las mentiras” (1990), donde en el prólogo realiza un acercamiento concienzudo sobre su experiencia con la ficción, donde sostiene que es “un arte de sociedades donde la fe experimenta alguna crisis, donde hace falta creer en algo, donde la visión unitaria, confiada y absoluta ha sido sustituida por una visión resquebrajada y una incertidumbre creciente sobre el mundo en que se vive y el trasmundo.”
De ahí que los personajes de Mario Vargas Llosa están orientados hacia la búsqueda alguna utopía (Paúl Gauguin y Flora Tristán en “El Paraíso en la otra esquina”), así sea amparándose en personajes mesiánicos (los canudos ponen toda su fe en el Consejero en “La guerra del fin del mundo”), todas estas ficciones, dice MVLL, con el fin de estimular el deseo de libertad. En cambio, en las ficciones del escritor uruguayo, fallecido en 1994, sus personajes huyen de la realidad, pero no menos peores que ésta, porque no les queda otra opción frente una vida sin aristas, chata en expectativas de un cambio que los saque de su pesimismo que finalmente los arroja hacia el fatalismo más crudo.
Pese a todas estas marcadas diferencias entre ambos escritores, también queda espacio para señalar algunos puntos coincidentes, como la admiración que ambos tuvieron por el escritor norteamericano William Faulkner (acaso uno más que otro), el manejo diestro de las más sofisticadas técnicas narrativas, y por último ambos fueron los iniciadores de la narrativa urbana en sus respectivos países, cuando todavía predominaba las literaturas decimonónicas y de cortes costumbristas.
Lo que MVLL dijo de Onetti
“Onetti fue el primer novelista de lengua española moderno, el primero en romper con las técnicas ya agotadas del realismo naturalista, con su estilo sentimental, amanerado y lleno de resabios románticos y truculentos, el primero en utilizar un lenguaje propio, elaborado a partir del habla de la calle, un lenguaje actual y funcional, que no creaba esas cesuras típicas de la literatura costumbrista entre vida espontánea y estilo ampuloso y libresco, que construía sus historias utilizando técnicas de vanguardia como el monólogo interior, las mudas de narrador, los juegos con el tiempo.”