CUATROS ESCRITORES, CUATRO VERSIONES DE UNA TIERRA



Hace un par de años, de forma inusitada, la región Junín se ha ido consolidando como un espacio apto para el desarrollo de la narrativa, y sobre todo para la gestación de varios escritores, con un estilo en vías de maduración, con notorias diferencias, entre ellos podemos mencionar a cuatro narradores en especial: Sandro Bossio Suárez, Alberto Chavarría Muñoz, Ernesto Ramos Berrospi y José Oregón Morales. Cuatro formas de escribir, cuadro visiones distintas de sentir nuestra tierra.


ESPACIOS DE REENCUENTROS

Mi trabajo como periodista cultural en esta parte del país, me ha hecho un espectador privilegiado de los cambios profundos que está atravesando nuestra literatura, esto se debe tal vez por los cambios que una región como la nuestra vive actualmente, sobre todo Huancayo; así mismo me permitió tratar personalmente con los que, hoy por hoy, pueden ser los “nuevos” escritores, fundacionales de una nueva literatura, estancada por décadas, donde solíamos leer a unos cuantos escritores con novelas que nos daban la sensación de que seguíamos estando en los años 40’, inmersos dentro de corrientes desgastadas, pensamientos estáticos, y aspiraciones que no tendrían sentido alguno en nuestros tiempos, salvo honrosas excepciones como Julio César Alfaro Gilvonio (1939-2003), con una obra aún en proceso de maduración, pero que ya se podía predecir su calidad de un narrador nato, otorgándole una nueva visión de nuestra ciudad; lamentablemente el autor de “Prestadito nomás” nos abandonó prematuramente.
Después de él tuvieron que pasar un par de décadas para que surja, nuestra generación los pedía a gritos, un grupo de narradores que nos propongan estilos diversos, acorde a los cambios turbulentos de las estructuras sociales y de pensamiento que en el mundo se estaba erigiendo, sin dejar de lado nuestra propia realidad tan compleja culturalmente hablando; sé que nombrar a solamente cuatro escritores, es arbitrario y es, además, ponerles una carga pesada en sus espaldas, aun sería un delito resumir la amplia gama de voces que exigen reconocimiento, de ser tomados en cuenta, por su innegable aporte hacia esta nueva generación; nadie cuestiona eso, pero es también justificable que, por la edad que frisan, y la coincidencia de sus publicaciones, podemos trazar sucintamente un mapa que nos ubique dentro del contexto actual, como proyección para la valoración de sus respectivas propuestas y, asimismo, sus preocupaciones actuales.

OREGÓN MORALES: DE LA BUENA TIERRA A LA MALA CIUDAD

La obra publicada por el escritor y folclorólogo José Oregón Morales (Tayacaja, 1949), si bien no es numerosa, comprende dos libros de cuentos, otro de drama y una novela, podemos considerarla inmersa dentro del llamado neo-indigenismo, que es una suerte de versión repotenciada del indigenismo de los años 30’ del siglo pasado. Su novela corta, “La casita del cedrón” (edición del autor, 2008), recientemente publicada, se compone de elementos ficticios y reales, la vida de su madre Carmen Morales Lazo, en el contexto del pueblo de Huancavelica, aún cuando era un espacio rural, y el contacto con los nuevos fenómenos sociales como la gestación de un grupo subversivo que provocaría la desarticulación de nuestra sociedad y obligaría a la gente a realizar un éxodo feroz hacia ciudades más o menos avanzadas, como Huancayo. No obstante, esa visión que el escritor huancavelicano muestra de esta ciudad, se compone de recuerdos vagos, donde se entronca aún con las costumbres adquiridas del pueblo de donde provinieron, y quienes chocan con gentes cuyo pragmatismo se revelan como aspectos propios de una urbe.

RAMOS BERROSPI: REZAGOS DE UN PAÍS FRAGMENTADO

Desde que inició su carrera literaria con “Cuentos amargos” en 1990, el escritor Ernesto Ramos Berrospi (Huancayo, 1955) tenía claro el panorama de lo que sería una constante en sus posteriores libros: la ciudad como universo cerrado y sus diversos problemas. Si bien su primer libro fue de cuentos, los demás son novelas, con algún éxito cosechado, como lo es con “Ilusiones perdidas” (Circe editores, 1994), la más ambiciosa que haya concebido, y la más compleja entre todas sus novelas, en ella nos sumergimos en el contexto del Perú de la década de los ochenta, en un periodo donde la ideología más recalcitrante hace eco en seres dogmatizados y engañados por un mundo mejor a través de las armas. En ese sentido el ambiente que el autor establece es existencial, como al de todas sus narraciones, incluso el de su última novela corta Brunella (san marcos, 2007), que es una remake de su cuento “Aurelia”. Es acaso que es este escritor en especial donde sentimos la influencia del escritor César Alfaro Gilvonio.

CHAVARRÍA MUÑOZ: LAS CIUDADES FANTASMAS

Acaso el más radical de los cuatro, el escritor Alberto Chavarría Muñoz (Tayacaja 1959) ha fundado su literatura en aspectos como, el realismo sucio norteamericano, lo urbano como categoría social y las excentricidades de sus personajes cosmopolitas; de la combinación de todos estos elementos han salido dos libros publicados el mismo año, – 2008-, una de cuentos, “La lluvia y el río” (Edición del autor) y una novela corta “La ninfa del Jericó 941” (San Marcos), esta última, resume quizá mejor su estilo, posiblemente entroncado dentro del postmodernismo; vale decir, con un discurso fragmentado, influencias de géneros extra-literarios, personajes marginales, con códigos lingüísticos universales, entre otros. En sus historias, el autor huancavelicano muestra la cara más retorcida de una ciudad como Huancayo: desordenada, caótica, escatológica con seres oscuros, perdidos en su levedad. Es uno de los escritores que más ha experimentado con las técnicas a favor de su narrativa, como carta de presentación.

BOSSIO SUÁREZ: UN MUNDO REALIZADO

El recorrido literario que ha realizado el escritor Sandro Bossio Suárez (Huancayo, 1970), ha sido con cierta cautela, moderado en su forma de escribir, con una obsesiva búsqueda de la perfección; quizá por eso se explica que tardó seis años en publicar su segundo libro, “Crónica de amores furtivos” (San Marcos, 2008), después de haber publicado su exitosa novela corta “El llanto en las tinieblas” (Premio de Novela Corta del Banco Central de Reserva en el 2002), donde abogaba por una literatura de corte histórico, muy de moda por esos años en Latinoamérica y España; siendo diestro en el manejo de los datos históricos aplicados a su narrativa que lo consagró como un escritor fundamental en estos momentos, y que la publicación de su libro de cuentos no hizo más que justificar lo que había hecho en su novela: lenguaje depurado, envolvente propia de la época y el contexto al cual la historia se va desarrollando; el manejo medido de los tiempos; la capacidad de fabular historias con técnicas modernas. Asimismo parte de las virtudes de Bossio Suárez es la capacidad de congeniar con todo tipo de género literario, ya sea el policial, costumbrista, fantástico y sobre todo de “época”, como en el caso de “Concilio mayor” que es una suerte de nouvelle incluido en su último libro, donde reconstruye la cuidad de Huancayo del siglo XVII, donde vivían dominicos en un monasterio que talvez existió. “Quisiera hacer una versión libre de la historia a través de la literatura” diría en una entrevista.

CODA

Como hemos podido comprobar en este breve ensayo, los cuatro escritores mencionados, proponen cuatro versiones distintas de la literatura, y la ciudad que nos abarca, unos más maduros que otros, otros emprendiendo un camino de intensa búsqueda de sus campos de trabajo en su narrativa; en cierto modo se complementan, y hace más rica nuestra literatura; pero esto no quiere decir que nos ajustamos a lo que han escrito estos cuatro hombres de letras; al contrario la literatura de Junín en estos últimos años nos están dando muestras de nuevas voces como Consuelo Arriola Jorge, Augusto Effio Ordoñez, Raúl Tenicela Baldoceda, entre otros. La narrativa de Junín está renaciendo, sólo le falta a la poesía hacer lo mismo.