La casita de los recuerdos



La casita del cedrón, José Oregón Morales, Edición del autor, Huancayo, 2008.


Primera novela (corta) y quinto libro del escritor José Oregón Morales (Tayacaja – 1949), “La Casita del Cedrón”, sigue la senda de aquella estirpe de escritores que apostaron por la “literatura de costumbres”, como lo así denominaba el crítico Manuel Baquerizo Baldeón a la literatura indigenista, muy de moda allá por los años treinta y vuelto a replantearse décadas posteriores, con Oscar Colchado Lucio, Zein Zorrilla y Edgardo Rivera Martínez por nombrar a algunos.
Como se sabe, Oregón Morales inició su carrera literaria con el libro “Kutimanco y otros cuentos” (1979), donde recoge historias de la oralidad andina, poniéndonos en contacto con las costumbres, tradiciones propias de los pueblos de los andes del sur; de esta misma línea, publicó “Loro Qolluchi y otros cuentos” (1986), para luego publicar un drama social, “El Motín” (1986), y finalmente retornar después de casi veinte años con “Memorias del cuye Arroyo” (2004), que son breves relatos de corte jocoso y humorístico.
La novela, escrita en primera persona, da cuenta de la vida de Chipsa, desde su infancia, en medio de una familia tradicional, subyugada bajo la figura patriarcal en un ambiente machista; en ese contexto Chipsa recorre los recónditos parajes del pueblo de Pampas, Salcabamba, para luego realizar un éxodo en busca de una esperanza de cambio en su vida, y arribar a Huancayo, ciudad donde se hace compositora.
A grandes rasgos la historia de “La casita del cedrón”, nos remite también, en paralelo, conocer parte de la biografía de la compositora Carmela Morales, madre del autor -según su propia confesión- a manera de homenaje por su gran aporte al folklore en esa parte del país, realizando una fábula de la violenta modernidad y la visión de una testigo privilegiada de los cambios sociales que se suscitaron en los andes centrales.
La novela corta “La Casita del Cedrón”, obra que llegó a ser finalista en el III concurso latinoamericano de Ecuador, en el 2005, así como también en el concurso nacional “Horacio” en el 2008, en palabras del Sandro Bossio Suárez – quiñen prologó el libro –, “es un buen ejemplo de que la literatura de corte campesino no tiene porqué estar disgustada con la modernidad técnica y recursiva de la literatura universal”.